sábado, 17 de abril de 2010

3.00 AM

Hay cosas que todavía me enredan con el mundo. Me gusta, por ejemplo, tirarme por la bajada del subnivel a toda velocidad en bicicleta, mientras el tren pasa sobre mi cabeza; me gusta el atardecer que multiplica el naranja sobre los ladrillos del molino a la tardecita (visión perfecta que descubrí esperando, sin querer); me gusta todavía la novia que tenía a los catorce años (más que todas las novias juntas), la que me dejaba explorar su camiseta al lado del río. Es que por entonces yo aprendía a escapar, si, siempre escapando. Escapando del tren, del día, de la novia que, ya no me acuerdo porqué, dejé llorando una vez en la plaza al frente de la iglesia del pueblo.

Así me enredo a veces con las cosas. Una certeza banal por obvia me mueve: detrás de los eones de los eones de los eones de los eones estoy yo mismo otra vez tirándome en bicicleta bajo el tren, viendo infinitas veces el mismo naranja duplicado sobre el mismo edificio. La materia y la energía se configurarán en infinitas formas hasta que vuelvan a configurarse otra vez en la misma forma, en un tiempo más allá del tiempo. Todos mis escapes de todas las cosas: un regresar inevitable a mí. Siempre estoy volviendo. No una, eternas veces me voy a bañar en el mismo río.

Y son las tres de la madrugada y esto no es literatura.-


Mateo Green

1 comentario:

  1. ¿Qué es la literatura entonces?
    La nostalgia para algunas personas es insostenible y para otras es un vicio... aunque la interpretación de nuestro pasado es lo que nos hace únicos.

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