miércoles, 30 de marzo de 2011

¡Tuércele el cuello al cisne!


Voy a escribir un poema que ya escribió otro, y va a empezar más o menos así: "¡Tuércele el cuello al cisne!".
Primero le voy a sacar al poema del otro la herrumbre de las viejas disputas literarias, por lo que me abstendré de despotricar contra los preciosistas o de tirarle mierda a Rubén Darío. Aunque no tanto, un poco siempre viene bien.
Cuando ya el poema casi no hable de gente muerta y no se espante por los versos pelotudos de una generación de imbéciles, voy a pensar en cómo se hace para escribir un poema que escribió otro. Probablemente lo copie un par de veces, lo memorice, lo recorte y le cambie el orden; recorte después las palabras, cambie un par por otras y hasta piense: "¡Tuércele el cuello a Gonzáles Martinez!", y me ría de esa ocurrencia tan patética. Siempre es bueno empezar por las cosas que se aprenden en los talleres literarios, como para fingir que tienen alguna utilidad.
Más tarde, habiéndome fumado un pucho y visto una serie de ciencia ficción, subiré a mi pieza a buscar "El Cisne" de Rubén Darío y lo releeré. Seguramente voy a pensar en por qué Gonzáles Martinez prefirió el búho, divagaré en torno a la idea y llegaré a las mismas conclusiones armadas que cuando empezaba a estudiar. Enojado y frustrado con ese descubrimiento, voy a mandar todo al carajo, diré que la literatura es un juguete paraguayo, y hasta quizá apriete los puños con rabia por los años desperdiciados en la universidad. Así le habré yo torcido el cuello a mi propio cisne y pegado un carabinaso en la sien a mi propio búho.

Tipo tres o cuatro de la madrugada, ya más tranquilo, retomaré la idea sin retomarla de verdad. Pensaré en Leda, en la extraña belleza de la cópula zoofílica; pensaré en vos con el cuello del cisne dentro de la campera y el cuello del cisne será un pene enorme que se re-tuerce, con el que estabas contenta en algún sueño que me contaste. Repetiré varias veces (en voz baja): "¡Tuércele el cuello al cisne! ¡Tuércele el cuello al cisne!" y tendré una sensación extraña en la entrepierna. El gato se subirá a mi regazo mientras empiezo a escribir un poema que ya escribió otro. Ronroneará, erguido como un sapo.

Así, recapitularé mentalmente: el poema no habla sobre literatura porque la literatura le provoca cierta aversión, tampoco es anti-literario porque eso sería una manera snob de hacer literatura (lo que no quiere decir que el poema no sea un poco snob). El cisne ya no es el cisne, es un búho-cisne al que le disparé y prendí fuego y me lo comí: el cisne soy Yo, el parásito fagocitador. El poema habla ahora de Leda e incluye penes oníricos que también refieren a mí. Sin embargo, vos no sos necesariamente Leda, probablemente tengas algo de cisne, o de buhó, o de Yo. Leda es siempre Leda, no puede ser otra cosa, ella tiene que acostarse con el cisne que finge ser perseguido por un águila. Leda es todo lo que no puede ser Cisne.

Luego me acordaré de la referencia wagneriana en el poema de Darío y, consecuentemente, vendrá Nietzsche. Pero resulta que Nietzsche no va a estar en el poema que ya escribió otro, Nietzsche es solo alguien del que siempre hay que acordarse en algún momento. Nietzsche es el que se toma el taxi y se va para siempre. Así, aunque el avanzar parezca ilusorio, proseguiré con la escritura del poema que escribió otro. Pienso en el Nobel o el premio a la porno del año, no menos.

Casi llegando a la mañana alguien me habrá dicho por el chat: "el hombre que tiene fe nunca está solo". Será que he mudado tanto de fe que mi soledad es una fiesta, pensaré yo. Ahora el cuello del cisne es mi única fe, y por eso estoy esperando que lo tuerzas. Pero no importará, porque para entonces ya habré escrito mil veces el poema que escribió otro, y estará lleno de referencias caqueras de esas que me gustan, y de juegos de palabras y de ironías y de malabares lingüísticos. Tuércele el cuello a tu puto cisne si quieres, dirá mi poema que no es mío, tuércele el cuello porque se volverá hidra y tendrás que ver si Heracles anda por el barrio. Por supuesto será mentira ¿qué poema es cierto? Todo poema verdadero es una mentira, se hace poesía para mentir sin ir al infierno, para llenar el espíritu de una sustancia negra y tóxica y vaciarlo, vaciarlo hasta la Nada Profunda que solo la limpieza química o la radioactividad nos permiten. Ahí aparece la forma (tal vez esté citando a Bukowski), ahí aparece la Nada Subrayada de la Poesía. El poema que escribió otro solo se escribe de cara al vacío, y el vacío es un cisne sin cabeza, cubierto de hormigas (Cortázar, aunque creo que era un pato y no decía nada de la cabeza).

Llorar.

Tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje
que da su nota blanca al azul de la fuente;
él pasea su gracia no más, pero no siente
el alma de las cosas ni la voz del paisaje.

La noche pasó. Quince mil cigarrillos, un libro de Bruno Schulz que nunca pude leer, el gato. En fin, quizá mañana o pasado, si me queda tiempo, cuando vuelva del banco, con un poco de suerte, le tuerza el cuello al cisne. Leda pasará en bicicleta y gritará. Un huevo, dos: Helena de Troya.
-¡Friedrich! Aguantame el taxi que ahí voy.

M.S.-

Imágen de arriba: robada de otro blog, sin más datos.

sábado, 26 de marzo de 2011

Un pedo de romanos

Me he bebido hasta el agua que vos bebías
Nadie puede tanto
¡Nadie puede tanto Mateo Augusto!
¡Eres la mierdera sal de éste mundo!
No importa ya...
Ni los señores de Roma merecen semejante trato

Where's Salomé, dear Caligula? Esa idumea
Agripina, vientre de fuego
Honoria, mujer de todos los hunos

-Calpurnia, ¿qué dices mi querida?
-¡Cuidate de los idus de marzo!

Días en que nace toda traición...

Yo, Claudio
Yo, Mesalina


miércoles, 16 de marzo de 2011

"El Apocalipsis y las acciones de Toyota" o "Interpretaciones de la Piedra de Sol" o "Un Reliveran para el Ángel de Laodicea"


Mirá, te la voy a poner fácil. Es que vos me ves acá, frente al tele mirando las noticias de Japón y por ahí una ola se lleva a un par de amarillos y vos, tan llena de amor por el prójimo nippon, largas un suspiro y decís "que terrible" al tiempo que me mirás como buscando aprobación y yo solamente largo un sonido como "ejem" y me como otro bizcocho. Ha caído la bolsa ¡pobres gentes! Estoy escribiendo esto y una nube radioactiva avanza sobre Tokio ¿Será peor que Chernobyl? Probablemente lo sea, y entonces vos pensás que me va a dar cosa haber escrito estas líneas. Por las dudas me fijo: reactor 1 sin refrigeración, fusión parcial del núcleo, liberación de partículas radioactivas a la atmósfera; reactor 2 con refrigeración parcial; reactores 3 y 4 con incendios, posibles fusiones, bla bla bla, poca refrigeración; reactores 5 y 6 bastante para el orto. Bien.
Después te acordás del Sudeste Asiático, de Chile, del Huracán Katrina o del Stan, del terremoto de pisco, de Caucete, de Mexico 85', del ciclón Nargis (Que mató 10 veces más gente este año que el tsunami de Japón), de los ciclos del Vesubio, del Santa Elena, de las nevadas terribles en el norte europeo, del Tornado Tri-estatal y hasta si te ponés regionalista citas las inundaciones del Paraná... ¡Ah! Querida, y los desastres de la mano del hombre: Bhopal, Three mile Island, Chernobyl de nuevo, Love Canal, Exxon Valdez, Prestige, Magdalena, ¡Deepwater Horizon!...
Y yo que te pido un mate. Ay dios mio, que esto es el apocalipsis, juntemos latas de algo, guardemos agua, donemos plata a Greenpeace.
Pero resulta que uno no tiene la suerte, no es tan fácil tomar partido por las cosas que en realidad no nos calientan un huevo. Te ponés como loca, que cómo puede ser que yo ni peronista, ni radical, ni de izquierda o derecha, kirchnerista o lo que sea, por lo menos freudiano, existencialista, cristiano, marxista, ecologista, budista, new age, pro-homeopatía, hipster, kitsch, hippie, yupie, indie, beatnik! Pero no, el señorito se queda sentado y por toda opinión un par de onomatopeyas. Le gustan las plantas eso si y le revientan los entusiastas, al muy sorete le revienta la gente como una, siempre preocupadas por las pelotudeces que pasan en el mundo. Que un oso se metió a la casa de no se quién en Wyoming, que un pendejo le disparó a tres compañeritos, que un cantante altruísta tiene cancer, que hay una pandemia de hemorroides, que una actriz de culebrón se opero las tetas por quincuagésima vez, que en Bielorrusia nacen deformes con pitos en la axila...

"Escribe al ángel de la iglesia de Laodicea: He aquí dice el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios:
Yo conozco tus obras, que ni eres frío, ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente!
Mas porque eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca."

Cuando vengas callado por la senda del tiempo a mostrarme mi destino, despótico en tu paso de milenios, orgulloso, destructivo; no seré yo quien niegue tu derecho de matar.-

M.A.


Foto: "Piedra de Sol", cultura mexica, Museo Nacional de Antropología e Historia. Tomada en enero del 2011

martes, 8 de marzo de 2011

La juventud es un puto tesoro

En la base de toda mi fortaleza siempre esta el nihilismo, en la base de toda mi debilidad siempre esta el nihilismo. Como si fuera parte de una humanidad más vieja, o menos infantil mejor, a la que los pantalones le quedaron cortos. El nihilismo es un pantalón mucho más grande de un hermano que se murió hace un tiempo ¿causa del deceso? Mamá no quiere contarnos. ¿Vosotros lo habeis matado? Tal vez, toda esa gilada queda linda...
Pero en fin, pasa que estos pantalones me quedan grandes y es un embole porque a veces se me caen ¿Me cago en el hermano muerto? No tanto, más bien me cago en no ser el hermano más grande; ha de ser fácil ser el hermano más grande, aquel que siempre tenía ropa de su talla... ¡Aahh, si lo hubiesen visto! Llevando estos pantalones con la gracia de quien piensa "¡Estos son mis pantalones! De nadie los he heredado". Pero ahora, tristemente, yo tengo que llevar la carga de los pantalones del hermano más grande... Pero a no aflojar ¿eh? Me los pongo cada mañana y casi ni se me caen en todo el día. Mi cadera es fuerte, mis piernas poderosas; pero no son las de mi hermano el mayor. Son unas piernas a mitad de camino entre mis pantalones viejos y los de un hermano muerto... Ni cabeza de ratón ni cola de león... Y Sun Tzu hasta puede meterse adentro y chuparme un huevo en el enorme espacio de mi entrepierna...
Después aparece mi vieja:
"¿Quién te dice hijito? Capaz que el año que viene ya te ajusten"

En fin, no entendiste nada.-

M.H.

martes, 1 de marzo de 2011

"Singer y la Pareja Nacional" o "Abuela asedia Troya"


Mi abuela es una tarde dorada de vidrios biselados, una máquina Singer, un conjunto de fotos viejas que no se me permitía tocar mucho, un par de cajones prohibidos, la metódica obligación de la misa, una confidencia, un paño blanco y tibio.

Mi abuela es, también hoy, el abrirse de un misterio. Su memoria, su metamemoria, su demasiada memoria. Esa es la afección de mi abuela: una sobreabundancia del recuerdo que no le permite mantenerse en el presente. A no confundirse, el Alzheimer no es demasiado olvido, sino demasiado recuerdo, que avanza sobre las cosas hasta transformar la conciencia de vivir en una fotografía inmóvil del pasado.

Mi abuela vivía al frente de la iglesia en un pueblito de mugre pampeana y, sin que mi mamá supiera, me peinaba los domingos para ir a misa. Gordísimas señoras, como diplodocos, me apretaban los cachetes hasta dejar hematomas. La puerta enorme del edificio era la boca de una oscuridad que se ofrecía brillante, cegadora. Nunca volví a sentir tanto terror en mi vida.

Ella significa para mí, en mi propia enfermedad del recuerdo, la forma viva del mito nacional en extraña conjugación con el de la infancia perdida. El microcosmos y el macrocosmos de aquel sujeto al que estúpidamente llamamos Ciudadano: la cosa pública y la privada en un solo revelarse de otro tiempo. Pienso en la máquina de coser (plenitud terrible del sustantivo resaltado), y evoco a la vez las hordas bárbaras de décadas de amas de casa zurciendo y remendando, manteniendo la patética perfección del hogar, la imagen simulada del matrimonio, la religión; como evoco a mi abuela en particular, a esa ama de casa que fue mi abuela, llorando calladamente sobre los retazos de tela en un otoño del año 91’ o 92’, cuando casi por casualidad descubrí que amar era también destruir.

Mateo Green - M.T.-