"Entonces saqué la cuenta de todo
lo que había hecho y de todas las
fatigas que esto me había costado
y vi que todo era esfuerzo vano y
correr tras el viento; no se saca
provecho de nada bajo el sol."
(Eclesiastés 2:11)
No lo sabe, pero por ahí si, piensa todos los días, por ahí si hubiera escuchado a tiempo el despertador y se hubiera levantado sin chistar y, como una caricia, el café lo esperara caliente sobre la mesa, y un beso de mujer dibujara feliz su comisura ardiente de mañana nueva, y las cosas se dieran con la diáfana tranquilidad del ciclo igual y misterioso al mismo ritmo, si todo trabajo fuera un placer sencillo y, como una ameba, apagara su mente y se dejara llevar por la corriente fresca del Pacífico, y se transformara en un hombre calmo y responsable que por fin dejó de fumar. Por ahí, con un poco de suerte, eso sería la vida.
Pero no hay nada nuevo bajo el Sol, descubre, y el gato negro que lo mira desde la silla corre la misma suerte que cualquiera, porque las bestias y los hombres son lo mismo y toda empresa es vanidad. Así, otra vez se duerme y sueña con persecuciones extrañas y con ninfas muertas y gatos y traiciones, y se levanta pesado con la frente oscura y la lengua pegajosa como un sapo y se destina a las milanesas con puré y al café tardío, y lee la biblia con la costumbre idiota de un agnóstico aburrido y, por inercia intelectual, escribe boludeces en un blog.
He aquí la vida del hombre en todo su esplendor, dibujada bajo el sol que por la ventana acusa una culpa heredada de... ¿de qué?
Por ahí sería peor, piensa, vivir engañado con alguna de las (otras) cosas que se engañan los hombres bajo el Sol: los que se creen hippies por hastío existencial y exceso de marihuana, o piensan que el ácido lisérgico es la solución a una vida pedorra, y se autoflagelan con poesía barata y cursi que encima no entienden. Las gorditas promiscuas que esperan al hombre de sus sueños que las hará adelgazar para darles un futuro de platos sucios y chicos que piden caca; los que van a misa porque no conocen otra cosa o pagan un psicólogo para volverse putos y lesbianas, o quieren salvar al mundo leyendo a Bourdieau y fundando una ONG. Las histéricas que cuando cambien los sillones y castren a su hombre alcanzarán la perfección total; viejas atragantadas de valium, apologétas perros de lo que venga, divorciadas que están seguras de haberse autorealizado, saboteadores de sí mismos, lectores de Readers Digest; un mundo repleto de hijos imbéciles de alguien que no valen la mierda con que los armó su dios. Cabrones como uno: tan sonrientes bajo el sol.
Pero no, vanidad de vanidades todo es vanidad, nos enseña el predicador. Igual es todo engaño, fútil toda empresa humana. El hijo de puta que vive a la vuelta de tu casa tiene los mismos derechos que vos sobre ésta tierra y los dos van a terminar igual de muertos y olvidados. La sabiduría es vana, los placeres son vanos, todo tiene su tiempo para llenar el mundo de bosta. Así va el hombre a su morada eterna. Te levantes o no a la mañana, tengas el café y una mina en camisón o no, seas responsable, dejes de fumar: nihil novum sub sole y la recalcada concha de tu madre, hijo de un buque mercante lleno de trolas, forro sorete larva inmunda que te arrastrás por el polvo: se te van a pudrir los ojos antes de que puedas ver algo que valga la pena.
He aquí las cavilaciones del Nuevo Ecleciastés, que tal vez se levantó un poquito pesimista esta mañana y no le alcanza para el nihilismo positivo y la sabiduría que todo lo puede, así que se pierde el mundo entero en el orto porque es más barato que la terapia y los ansiolíticos. Y sí, mañana será otro día y volveremos a despotricar con alegría.
Un blog: lugar donde se puede hacer catarsis y que pase por literatura barata sin que nadie lo lea, excepto tal vez una mujer encerrada en un departamento con la tiroides llena de radiación. Te mando un saludo y espero que andes bien, de verdad.