lunes, 2 de diciembre de 2013

Un nombre

De mi boca se desliza un nombre.
Miro alrededor y estoy solo,
dije un nombre sin querer, para mí,
para mí solito.
Es entonces un nombre secreto,
nuevo,
todavía no asoma en él la putrefacción.

Después,
como movidas por un espasmo estomacal,
vomito todas las palabras que
                                necesariamente
acompañan a ese nombre,
y caen y revientan contra el piso
una tras otra
como el repiqueteo de los timbales en la apertura de Strauss:
¡Also sprach Mateo Green!
¡Also sprach el exiliado!

Yo te dí un beso secreto que se tiró del octavo piso. Tardará ciento cuarenta años en llegar a tu boca de algodón (como la mujer descuartizada de Huidobro) y para entonces ya no le importará a nadie, ni siquiera a mi. Pero merezco el momento: mi corazón es un incendio y en mi traje de cenizas asisto al entierro de lo que no nos pasa nunca.
¡Viva el fuego!
¡Viva tu bosque en llamas!

Bajé de la montaña pero nadie me ve,
estoy solo
solo.

¿Qué es del Sol sin mí para alumbrar?
La noche atrás de la persiana es más negra que el hocico de un volcán apagado.

Nadie me cuenta cosas nuevas,
así que yo
           me las cuento a mí mismo.

(Qué viva yo, buenas noches)


miércoles, 27 de noviembre de 2013

Una teleología del amor




Un aburridísimo ensayo que hará que a las señoras se les salgan las chancletas

-Otro terrible golpe a la literatura universal, cortesía de Mateo Green-


Dedicado a Luz, amiga y co-analista del discurso amoroso...


 "...mi lengua se quiebra e,
inesperadamente, corre bajo mi
piel el fuego;
no veo nada con los ojos y 
replican mis oídos."
(Safo, Afrodita)

"Aprende a escuchar lo que el silencioso amor decreta:
oir con la mirada es el mejor ingenio del amante"
(Shakespeare, Soneto XXIII - y sí, la traducción es mía 
y me chupa un huevo que no tenga métrica de soneto)

A ver, sepan entenderme, estoy volando a ciegas acá: mi querida amiga C. (que se lleva los libros para que yo los necesite) tiene "Fragmentos de un discurso amoroso" de Barthes y mis alumnos se quedaron con gran parte de la poesía y narrativa interesante, para colmo no sé dónde carajo dejé los dos tomos de "Los mitos griegos" de Graves, así que todas las referencias van a ser inexactas y las citas textuales una absoluta mentira. Pero igual, acá vamos...

El "para qué" es una pregunta que el amor no resiste. El amor se mueve en el terreno de los cuándos y sobre todo los porqués, aquellos que el enamorado pregunta obsesivamente: ¿cuándo voy a verla?  ¿Cuándo será el día...? ¿Por qué hace (el otro) esto? ¿Por qué no me ama? ¿Por qué...? El para qué no es una pregunta propia del amor porque el discurso no se cuestiona sus objetivos: se ama porque sí, se ama por el simple hecho de participar del discurso amoroso. Como la locura, el amor no tiene objetivos, es en sí su propio objetivo y constituye su propia teleología.
Dado que el amor es un discurso (esto quedó demostrado en un estudio anterior), el enamorado que por una u otra razón no se corresponde a su objeto de deseo, debe callar o morir, que es casi lo mismo. La leyenda dice que Safo, la poetisa griega, se arrojó al mar desde una roca en la isla de Léucade al no verse correspondida por Faón, un hombre de gran belleza que no correspondía a ninguna mujer (el muy putete). Desde esta roca en Léucade se arrojaban todos los enamorados no correspondidos; era este, al parecer, un lugar para callar. Faón viene a ser ese receptor trunco, ese símbolo de nuestro discurso que muere al ser emitido hacia el vacío: mi interlocutor me devuelve mi discurso (osea mi corazón) y me lo devuelve muerto, ahora tengo un corazón hecho de despojos, de palabras que se pudren por no encontrar terreno fértil.

Hay otro enamorado, el que calla sin siquiera corroborar la falta de correspondencia de su deseo, el que nunca va a saber (porque no quiere o porque no puede) si es correspondido. Su amor es prohibido, secreto o ambas. Así, el discurso amoroso se transforma en un soliloquio absoluto. El enamorado es ahora un silencioso, se vuelve alguien que odia el lenguaje por considerar que todo lo que se puede decir, que no sea su amor, es absolutamente vano, y sobre el amor está obligado a guardar silencio. ¡Oh terrible tortura! Escuchar al verdulero o a la compañera de trabajo sobre sus problemas cotidianos y mediocres o -¡peor entre los males!- tener que discurrir sobre alguna banalidad, se transforma para el enamorado en una tarea inaguantable: el lenguaje se densifica y las palabras empiezan a correr difícilmente por un fluido espeso y pegajoso, el fluido de los objetivos innecesarios: ¿para qué tengo que oír esto o decir aquello? ¿Para qué si nada tiene sentido?... Nada tiene sentido porque el amor no puede Ser y, sobre todo, tampoco puede No Ser: es un amor deforme, una aberración, el amor secreto existe sin ser su propio objetivo discursivo, no sirve para nada más que para volverse loco. He ahí porqué los tímidos son patéticos, porqué los callados nunca reciben los favores de Afrodita... Los no correspondidos gozan de la determinación (un NO tajante y definitivo) sobre la que pueden "hablar", los que aman en secreto no pueden tener siquiera eso, que lo es todo. En su indeterminación de si y no (¡qué infinita rosa de los vientos!) la cotidianidad discursiva del enamorado se densifica; como si todo el día caminara por ese fluido espeso, habla con dificultad y desgano, se lo ve siempre desmotivado y sombrío (eso cuando no es un excelente actor, muy a su pesar), quiere el silencio por sobre todo, que nadie lo moleste, que nadie le hable o lo obligue a decir nada, odia el lenguaje innecesario que lo somete al silencio, es decir, al secreto. En su sobrecarga de discurso, el que ama secretamente, solo tiene oídos para lo que él mismo tiene para decirse, no puede callar ni suicidarse, como Safo, porque su palabra ha nacido muerta.
Sin embargo, este trágico personaje, aun tiene un último lugar de salvación: el lugar de la mirada. El que ama en secreto busca mirar y que lo vean, pero no una mirada común, sino aquella que como gesto esquiva al discurso para "decir" lo que no puede ser dicho. El que ama en secreto rastrea una mirada en situación, una mirada que le diga "acá estoy, esto es lo que no vas a tener". Sea de correspondencia o de no correspondencia, la única confirmación posible es la mirada, "esa" mirada que busco sin aliento.


Me gustan las mujeres inteligentes y el Sol. Esas tipas con una piel de durazno (porque seré humanista pero no boludo) que pueden tocar la flauta traversa o recitar poesía goliarda de memoria. Nada de minas de las ciencias exactas (ya estuve ahi, no está bueno), me gustan las mujeres de las artes o a lo sumo de las ciencias sociales cuando no haya otra cosa. Yo hubiese correspondido a Safo si hubiera sido el mariconsete de Faón... El Sol me gusta porque permite ver, eleva la mirada a su máximo posible. En la mitología griega, Helio (el Sol, el que lo ve todo) es quien avisa a Hefesto que Afrodita le mete los cuernos con Ares. El Sol le da una determinación al amor patético de Hefesto, le muestra en el espejo su discurso pelotudo. Yo quiero que el Sol, siempre detrás mio para no cegarme, ponga todas las cartas en juego y se nos dé (porque lo merecemos) la posibilidad de elegir. La verdadera teleología del amor es poder discurrir, libremente, inundándome de él y no dejando que me ahogue (los secretos siempre ahogan al neurótico), yo quiero la decisión absoluta sobre la posibilidad de saltar desde esa roca de Léucade o no: "Yo me duermo a la orilla de una mujer, yo me duermo a la orilla de un abismo". ¿Para qué sirve el amor? No sirve para nada y sin embargo...

...Ven Afrodita de Chipre,
tú que en las copas de oro
escancias el néctar exquisitamente
mezclado
para las fiestas.


... y sin embargo siempre vivimos al acecho de la espuma del mar y la noche silenciosa. Siempre en la búsqueda de una mirada, como bestias entre el espesor de la selva.-


(Y sí, por ahí hay una frase que evidentemente le robé a Cortázar y un verso de Galeano que no cité correctamente, pero yo prefiero callar las boludeces)

lunes, 28 de octubre de 2013

La fundación y destrucción del oikos (o Introducción al cultivo del zapallo)

"Quisiera dar y repartir, hasta que los sabios entre
 los hombres se regocijen de nuevo con su 
estupidez y los pobres, con su riqueza" 
(Zaratustra)

Si, lo sé: el hombre no es realidad, es posibilidad. ¿Debería dejar de prestar atención a los entes? ¿Debería buscar mi destino, encontrarme como Ser para la muerte y abrazar el tiempo que me espera en su infinita indefinición, en la grandeza de su naderia absoluta? ¿Debería dotar a los entes de una individualidad tal, de un espíritu tan íntimo, que se apoderaran de la vida como las plantas de zapallo se hacen, de a poco, con cada rincón del patio de mi casa nueva? La semilla de zapallo es posibilidad de invasión, es posibilidad de puré de anquitos, de zapallitos verdes rellenos (los cuales odio profundamente) o de zapallo a la parrilla. La semilla de zapallo es única, cada semilla explorará sus posibilidades de invasión, florecerá y, cuando esté lista, dejará venir su fruto poderoso. Luego, en el invierno, se secará y habrá que sacar muchísimas plantas muertas del patio. La semilla de anquito es un Ser para la muerte, pero no lo sabe, así que no cuenta. Yo sí cuento desde el momento en que digo que voy a morir. El paso del tiempo es la única angustia del hombre, el resto es subsidiario.
Yo, que voy a morir, he puesto a mis entes en orden: me he desprendido cual tubérculo del oikos familiar y tengo sommier propio, una habitación que oficia de taller y la acumulación de utensilios y objetos varios que me hacen ser; entes a través de (y con) los cuales me relaciono para ser. Si hay utensilios, si hay cosas que usar, es porque en definitiva hay un proyecto humano, porque en relación con nuestras cosas y herramientas somos hombres que nos colamos en los intersticios del tiempo en busca de ser, proyectándonos hacia el mundo; por eso el hombre occidental, amigo del progreso, ha dominado el mundo como El Gran Zapallo de la Historia.

Yo voy a mostrar la génesis del Nuevo Oikos, el oikos-que-va-a-morir, éste que solo a través de la relación de los entes que lo ocupan y yo, el Dasein, merece existir.

En el principio era Foucault...


Y Foucault dijo: "Hágase la luz"

Y la luz se hizo... Así que con las tinieblas primordiales disipadas, Foucault diferenció el tiempo...


Del espacio...


Y vio Foucault que eso era bueno, así que separó a marxista-leninistas

... de maoistas.


y dijo Foucault: "Produzca la semilla árbol y el árbol fruto según su género...


... y que las bestias salvajes se valgan de sus piernas para andar libres por toda la extensión de la tierra...


...y que si no tienen piernas se arrastren por el suelo montadas sobre sus propios vientres".


Viendo que todo eso era bueno, Foucault sin embargo pensó en su soledad absoluta, en que no tenía nadie para conversar (ni siquiera a Chomsky) y dijo: "Crearemos al Hombre a nuestra imagen y semejanza, inventor de verdad, que vigile y castigue por sobre todo lo creado". Y así Foucault los creó, varón...


... y hembra...


... los creó... Y vió Foucault la grandeza de todo lo existente y se congratuló por ello y se acarició a sí mismo la pelada y dedicó el quinto, sexto y séptimo día para el descanso.


Y así proliferó el Hombre y fue grande su simiente; hubo tiempos de guerra y hubo tiempos de paz y los eones pasaron y el Hombre pobló la Tierra. Hasta que uno de ellos, el más sagaz entre todos, descubrió que, por exceso antes que ausencia, Foucault había muerto y el Hombre lo había matado...


Y entonces, muerto Foucault, el Hombre quedó librado a merced de las relaciones de poder de los de su estirpe y probó el fruto prohibido...


... que trajo a cuestas grandes tormentos y responsabilidades, tareas insalvables de las que deben realizarse bajo el Sol.


Desorientado y solo, el Hombre se entregó a la más vil inmoralidad y libertinajes...


...y se volvió superficial y pensó solo en acumular riquezas; la avaricia y la ignominia...


no tuvieron límites.


No hubo alimento en el mundo capaz de saciar el hambre del Hombre...


... y su corazón se volvió vacío y frío como el Abismo...


... y sobrevino el miedo y la angustia, y crecieron las guerras y los rumores de guerras.


Es que el Hombre había perdido de vista lo que verdaderamente importaba, las cosas fundamentales de su constitución, la única pregunta que vale la pena ser preguntada...


... y negada simultaneamente.


¡Oh humanidad! ¡Oh Mateo! ¿Cómo te has dejado perder el rumbo y arrastrarte por las cosas y perderte en los entes y encontrarte, por fin, en la más absoluta indigencia, solo? ¡Oh humanidad! ¡Oh Mateo! ¡Qué boludez atómica es el vivir!... Más te valdría tener aún algún ídolo que te consuele en tus días bajo el Sol...


... pero has cerrado ya esa puerta, estás solo con el mundo...


No te salvarán las mismas diosas que alguna vez te salvaron: las escondidas, las diosas impostoras...


Ellas se han marchado lejos, han armado sus maletas y se han ido, no responden tus llamadas, tus mensajes ni tus mails...  Están ocultas detrás de un velo ¡son el velo mismo, como Maya!


Se han disfrazado de hombres, mutan como Tiresias: putas y adivinas...


La mujer es siempre cosa peligrosa (siempre temo que hordas de feministas me caguen a trompadas, por ejemplo), pero no es culpa de nadie, Mateo, si te quedas como mosca atrapado en tus propios enredos... 


y no encuentras paz en ningún lado...


o lo que creías que era la espiritualidad más alta es también banalidad y derroche libertino.


Estás solo, si, es ésta la noche de las falsas promesas...


Pero bueno ¡arriba ese ánimo! Como dijo el malondón del Eclesiastes: vanidad de vanidades, todo es vanidad.


Todavía tienes un origen diverso y extraño: pluridimensional, multisignificativo, autóctono y esponsorizado...


Conservas cierta clase...


y te has embebido de la más alta cultura.


Los amigos verdaderos siempre estarán...


y también los más fieles adversarios.


A pesar de todo no han sido inútiles tus trabajos bajo el Sol...


y has encontrado placeres inmensos en las cosas más cotidianas.


Has tenido momentos gloriosos en que superaste la organización de tus enredos, y como nadie has vivido la muerte de los reyes


Siempre has sentido que algo te falta, eso que te completaría, te haría total ¿no es así?


por eso has explorado tu identidad...


Y en última instancia has aprendido que en el juego de las máscaras te encuentras, entre las formas, metamorfoseandote siempre..


Y que para nacer a un mundo hay que destruir otro. ¡Vanidad de vanidades! ¡Todo es vanidad!

En el Aeropuerto Internacional de Pajas Blancas (sugerente nombre), un joven (no tan joven ya) supera el miedo a la turbulencia acompañado por una significativa dosis de Clonazepam. Atrás ha dejado un mundo en llamas; su madre ha evitado seguramente que queme las naves, que venda los muebles y que tire la ropa. Está bien. Viajar es también volver, escapar es mirar atrás, exiliarse es recordar. ¿Va a encontrarse a sí mismo? Lo dudamos seriamente. Sabe que tiene que moverse, que es su naturaleza, que, a diferencia de la planta de zapallo, él resiste el trasplante; lo único que ha hecho toda su vida es trasplantarse y trasplantarse. Probablemente vuelva antes de un año más cansado y sin dinero y tendrá que proceder a la fundación de un nuevo oikos. Por lo pronto hay que moverse, colonizar, avanzar, hacer soportable el exceso de posibilidades de existencia. Este joven es un joven de su tiempo: desinteresado, nihilista, egocéntrico, carente de proyectos, inteligente pero no lo suficiente. Este joven hace el personaje perfecto de una estúpida novela contemporánea. ¿Habrá sexo sin amor? También lo dudamos. La novela será aburrida, pero el personaje estará bien logrado. Al final no muere nadie, pero los personajes se ven sumidos en una depresión sin salida como en cualquier obra de Houellebecq.
Sin embargo en esta hay un dejo post-apocalíptico de esperanza. La inclusión de zombies o de niños índigo será pensada a lo largo de la escritura de la misma.
Empieza así: (voz en off) Los pasajeros con destino a Santiago y con combinaciones a Auckland y Sidney, favor de abordar por la puerta 3...


Nadie ha cruzado en Pacífico en la historia del hombre tan drogado como yo. Buenas noches y váyanse todos a la concha de su madre.-

lunes, 16 de septiembre de 2013

Yo, la mujer fatal

A Sigmund Freud, con cariño.


"Una verga siempre podemos cortarla, ¿pero cómo poder olvidar el vacío de una vagina?"
-Michel Houellebecq, 'Ampliación del campo de batalla-

Tenía otra con un vestido puesto, pero ya he dicho
 que hay cosas que no se publican en un blog.
Si yo fuera mujer sería de esas tipas bien altas, impecables, que usan botas de cuero hasta la rodilla y tienen todo de femeninas y algo de masculinas; esas tipas con pequeñas violencias escondidas. Mi marido me compraría carteras Louis Vuitton porque, aceptémoslo, una mujer como yo se lo merece. Pelo largo y suelto, color natural (teñirse es de una cualquiera, insegura de sí), pero me ataría un rodete al salir de la ducha para que él, el otro, viera no mi desnudez, sino el lunar al costado de mi cuello y enloqueciera por mi. Tendría todo, todo lo que quisiera. Después, al ponerme vieja, sería de esas ancianas impasibles de dedos largos y delicados, con el pelo blanco y lacio, y mis nietos me verían como alguien venerable a quien hay que rendirle culto. Esa sería yo.

La mayor angustia es ser una persona promedio, de esas que tienen cierto riesgo (ni tan bajo ni tan alto) de sufrir Alzheimer o cáncer de colon, de esas que ni descollan en nada ni se entregan vilmente a una existencia de crimen, degeneración o ruina. La mayor angustia es pertenecer al grueso de la población humana: siete mil millones de insípidas bolsas de genes. Una mujer como yo, en cambio, es un suceso único, producido por una larga sucesión de improbables coincidencias genéticas, psicológicas y socioculturales. Yo sería todo lo que no es común, soretes.

Otra que podría hacer es estar tirada al lado de la pileta un verano, hecha una diosa toda bronceada. Mi marido se acercaría con un Martini, yo lo recibiría, tomaría un sorbo, me bajaría los lentes de sol un poco para mirarlo con mis ojos de gata en celo y decirle "te voy a dejar, querido". El lloraría e imploraría a los gritos que me quede mientras yo armo las valijas sin que se me mueva un solo músculo de la cara; pero de nada le servirían sus llantos, afuera estaría esperándome en un descapotable un tipo muy joven y lleno de músculos, también rico, desesperado de amor por mi. Lo mejor que podría hacer mi marido es acogotarme al son de "¡si no sos mía no sos de nadie!", porque no hay más sublime y puro homenaje para una mujer como yo que el asesinato.

¡Ah, pero qué belleza! Todo eso haría yo sin este pito que me ata a las cosas del mundo.

Después él, desesperado y lleno de angustia por haber aniquilado lo único que en este planeta tiene algo de valor, me quitaría la ropa para dar una última mirada a mi cuerpo perfecto y, cuál sería su sorpresa, al ver un pene chiquito que se va asomando tímidamente entre los labios de mi vagina, reclamando el lugar que legítimamente le pertenece.


jueves, 16 de mayo de 2013

Elogio del exilio

"Un día de estos Raquel, me compro un barquito y me voy a la mierda ¡ya vas a ver!"

El universo es un lugar raro, parece que cuando más te alejás de un punto más para atrás volvés: la luz del Big Bang viaja hasta los confines del cosmos; si pudiéramos viajar más rápido que eso y nos ubicáramos frente a esa luz (o si tal cosa como "ubicación" existiese en los confines del cosmos) veríamos el principio mismo del universo. Más adelante es más atrás, así de absurdas son las cosas; correr lejos es regresar, amigos.

Esto es un borrador viejo, quiero alejarme de esa escritura pero me acerco; C. dijo, textualmente: "son tan exitistas que necesitan alardear en la cosmética (...) ustedes los blogueros intelectuales terminan mostrando una candidez enternecedora". Lo reviso y quiero publicar algo así que lo acomodo un poco, lo "maquillo". Me quiero escapar y termino volviendo, como con todo, es un movimiento espiralado, una cosa que venía más o menos así:

He visto la sangre. Corría por tu pierna y estabas desnuda; unas gotas distraídas se suicidaban contra los azulejos del baño y te reías porque había que acordarse de limpiarlas para que no pasara como la ultima vez. Otra vez era pendejo y me punzaron accidentalmente con un cuchillo, el pantalón blanco se empezó a poner rojo y yo creí, estúpidamente, que era vino. Antes de eso había una nena vecina de mi primo que me decía que la sangre era rica, tenia un raspón en la rodilla y disfrutaba chupándoselo con la pasión de quien muerde una fruta deliciosa; su rodilla era una ciruela y me acuerdo que sentí ganas de chupársela yo también. Pero las hembras son las que pican, las que necesitan de la sangre para sostener el ciclo reproductivo, los machos se alimentan de flores y frutas. Así que vos quedate ahí flaquito, que te toca de vuelta contar porque siempre te encuentran... U. hablaba siempre de Vlad 'el empalador', ese en el que se basó Bram Stoker para escribir Dracula, uno que una vez empaló treinta mil tipos y se comió un banquete en medio de ese bosque de empalados: la imagen perfecta del festín de sangre; y vos, en el baño, chorreando en rojo como masacre medieval, te reías.

También los reflejos. Había un telo que tenia un espejo en el techo y otro al costado y era divertido y raro, y mugriento; la primera vez dejamos el auto y abrimos la puerta a las carcajadas, para disimular el pudor; la segunda vez ya no fue tan divertido, y creo que pagaste vos... En mi departamento tenia un espejo frente al que me paraba largos minutos mirando no se qué, inmóvil, como ausente, viéndome de a ratos como un otro, hasta que me sentía medio esquizofrenico y me iba. Y tengo otra, de chico, pero esa me la guardo porque hay cosas que no se publican en un blog.

Y hubo siempre secretos. Ese que me contaste un día que te deje en tu casa, para que yo te entendiera, porque querías que te entendiera, y no callaste nunca hasta que un día dijiste de esto no hablamos mas, y no hablamos más porque el secreto ya era baladí. Después estuvieron los secretos que sabia todo el mundo, como que nos revolcábamos como animales y llegábamos tarde, y por separado, a comer con los amigos, saludándonos como si nada; o que tus viejos hacían caso omiso del auto que todos los días, durante un mes, te dejó en la puerta de tu casa a las cuatro de la madrugada, y mis compañeros de trabajo que fingían que yo era dormilón porque llegaba siempre con ojeras. Fue un año interesante, lleno de secretos confesados a psicólogos totalmente al pedo, hasta que dije en voz alta el secreto y lo maté. Chau, finish, caput. Miralo a él, se va como siempre, siempre se esta yendo, que mal, como va a hacer eso, qué boludo, nunca hace nada con su vida porque no puede parar de irse, de moverse de acá para allá como un tonto. Y me fui, porque ni la sangre, ni los espejos, ni los secretos hacen ancla suficiente a mi necesidad de movimiento. Y me fui corriendo lejos, y estaba volviendo como un loco, sin saberlo.

Irse sin embargo es lo que salva, dejar de creer en lo sagrado de las cosas y cambiar de piel, como la serpiente.

Después siempre hay que inspeccionar los restos del naufragio, las ruinas de Ilión, el campo de batalla donde el musgo y el óxido ya adornan los cañones y las calaveras. Pero esa es una actitud de arqueólogo o aventurero, no sirve para refundar ciudades. Como cuando volví a buscar mis muebles y vos no estabas, y pese a lo incómodo de la situación yo estaba feliz y radiante, sin cinismos, como el que descubre lo viejo nuevo y maravilloso y se congratula de estar ahí, leyendo el discreto cartel que dejaste con una sonrisa que nada tiene de pasado, es decir, de rencor o de desprecio. Como en Copán en los baños rituales, o en un templo de Angkor a la tarde sentado solo, riéndome sin razón, rodeado por la mugre y las largas marchas del turismo internacional.

Odiseo vuelve a Ítaca pero no vuelve. El ya se ha condenado a vagar, es otro, la isla es otra, la boluda de Penélope (se hace la que no) pero es otra. ¿Qué hará Ulises con una mujer ya media vieja que anda reprochando cualquier cosa y que agarró esa manía de tejer y destejer y nunca terminar las frazadas? Vuelve porque es 'lo que debe hacer', pero... ¿y Circe? ¿Y Calipso?... Dónde carajo habré dejado sus teléfonos. Y bue, las busco por facebook y les pongo me gusta en alguna pajereada. Pero las diosas inmortales y las hechiceras prefieren la carne de los héroes jóvenes y desprecian a los panzones padres de familia ¡vamos Telémaco! Es tu oportunidad de garchar más allá de donde nadie ha garchado antes, toma el barco de papá y deja la casa y la madre y los amigos (los que no quieran acompañarte). No cometas el error de tu padre, Telémaco, que ha forjado una de las patas de su cama sobre la raíz de un árbol, simbolizando su eterno compromiso con la casa y la mujer. ¡No Telémaco! Vos te llevas la patas de la cama en una bolsa y después, si querés, las tirás por la borda junto con los demás muebles y los libros y los secretos que te contaron, y las sábanas con sangre, y sobre todo los espejos; le tiras todo al bueno de Posidón que esta vez no va a ser tu enemigo, sino que te va a acompañar con mareas favorables que te llevarán cada vez más lejos por el vinoso Ponto, y más allá.

(Yo no soy ningún siervo de la gleba, atados están los burros de carga. 'Adiaphoría' no es indiferencia, es 'distintividad').

Dante, en un episodio de El Infierno, relata como Odiseo, ya viejo, no podía soportar la vida sedentaria, así que con un par de amigos toman un barco y se dirigen a lo desconocido. Con tanta mala leche que se encuentran con el monte del Purgatorio, cuya entrada esta vedada a los vivos. Dios, para castigarlos, los mata con un tornado o algo así... Como si el dios de los cristianos hubiera existido por aquel entonces, capaz de tales asesinatos. A lo sumo fue Yahveh, que ya andaba haciendo de las suyas y matando gente a mansalva, pero no creo porque Yahveh vivia en Oriente Medio y casi que no salía, hasta que los apóstoles de Cristo lo disfrazaron de cordero para poder sacarlo a pasear por el mundo. Sacaron a pasear a Yahveh, que es un lobo... Aquel que de atrás es un cordero que va, aquel que de frente es un lobo que viene.

Yo creo que Odiseo murió de viejo, medio resignado. El final de la Odisea, con Atenea cayendo de arriba y proclamando el cese de la venganza, siempre me pareció medio idiota. Peor el que se inventa Dante para Ulises, por lo cual encima lo condena... Sin embargo, viejo y ya cagado de los pichicos, yo creo que hasta el ultimo momento habrá deseado volver a su verdadero nombre, el nombre que se hizo para sí: Oudeis... Todo por no renunciar a la gloria y que el cíclope ciego supiera quién se había hecho cargo de su ojo. La gloria, Odiseo, ¿era acaso aceptar el premio de la inmortalidad junto a la diosa? La gloria está para los que a nada se atan y a nada se arrodillan. Vogelfrei: libre y suceptible de ser cazado (como los pájaros); sin mujer, sin casa, sin familia: un nadie, incapaz de aceptar responsabilidades.

"Mi nombre es Nadie, y Nadie me llaman mi madre, mi padre y los compañeros que van conmigo" (Odisea, IX, 366)

Y qué paradoja que justo venga a escribir esto ahora. Pero bueno, me quedó lindo. Y quién te dice... Es cierto que es de una candidez y una inocencia que asustan.

Estábamos 'interviniendo' plasticamente una edición de Gredos de la Odisea, nos la pasabamos mutuamente y cada uno le hacía algo. Re top, re intelectuales, re distintos... Cuando me fui a la mierda obviamente me la llevé conmigo. Ultimo proyecto de intervención de la obra: voy a cagar a tiros el libro y te lo devuelvo en una bolsa para muertos. Estoy esperando que desde la Fundación Guggenheim me mande la guita y empiezo.

viernes, 29 de marzo de 2013

Importantísimos estudios que hago en mi oficina III



Breve historia del amor I

Otro de esos larguísimos y pesados textos en los que hablo básicamente de mí mismo para satisfacer mi propio ego.

Por el humanista, hermeneuta y proxeneta de oficio, Mateo Green

(Presentado por primera vez como ponencia en las jornadas por el VI Aniversario del Club Literario para Amas de casa de Adelia Maria -CLAMAM-)


"¿Qué pienso del amor? - En resumen, no pienso nada. Querría saber lo que es, pero estando dentro lo veo en existencia, no en esencia, Aquello de donde yo quiero conocer (el amor) es la materia misma que uso para hablar (el discurso amoroso)." 
-roland barthes, fragmentos de un discurso amoroso, 'Comprender'-


"Mis versos están hechos para quien no tiene, pues sin tener nada yo fui siempre amante: como no tenía regalos, daba palabras." 
-Ovidio, El arte de amar, Libro II-


No, no me voy a poner en forro, no voy a citar a Nietzsche cuando dice que el sexo es una trampa que se nos tiende para perpetuar la especie, no voy a decir que no leí todos los poemitas cursis del mundo, ni que no se me piantó el lagrimon con una de esas peliculitas de ellanoloquiereaél; yo, señoras, soy un sentimentalista disfrazado. Ustedes, queridas amas de casa, las olvidadas estudiosas de las artes del amor, sabrán reconocerme como parte de su estirpe. A Nosotros, los miradores de la novela de la tarde: ¡salud!

Los peores somos los que nos rehusamos a hablar del amor (ya la palabra tiene una textura tonta) por pudores intelectuales o boludeces de clase; nosotros los cuerdos, los que tomamos nuestro discurso por las astas y lo direccionamos siguiendo el sendero de la Madre Lógica. Lo cierto es que, negándome por caprichos a reconocerlo (a decirlo), yo he vivido enamorado; hecho un tonto, un loco, un delirante ('delirio' viene de 'lira' que es el surco de la siembra, delirar es no poder sembrar en el surco, pero es sembrar al fin y al cabo).
A los trece años era flaco, bajo y con cara de nene. Tardé bastante en recomponerme y parecer un ser humano aceptable, es decir, un objeto de deseo. Pero mi pito y mi lenguaje (mis órganos sexuales) ya estaban lo suficientemente maduros y vivía de acá para allá
Dis-cursus es, originalmente, la acción de correr aquí y allá, son idas y venidas, "andanzas" e "intrigas". En su cabeza, el enamorado no cesa en efecto de correr, de emprender nuevas andanzas y de intrigar contra sí mismo. (barthes, op cit, Introducción)
leyendo patológicamente a Neruda, Benedetti, a la Storni y todo ese tipo de porquerías de lo más sentimentalistas. Me gustaba una, me gustaba otra, me gustaban todas. Me gustaba una perfecta imbécil que tardó un mes en contestar a la proposición con un rotundo No. Después, con un poco de tiempo y criterio en la elección, vinieron los besos más subidos de tono con una rubia alta, una morocha petiza que sonreía todo el tiempo y, la mejor por aquel entonces, una novia tetona que me dejaba desprenderle el corpiño a la orilla del río. ¡Ah! Qué belleza ser pendejo en un pueblo pampeano y andarse escondiendo de los hermanos y padres de chicas diversas que, con polleritas tableadas a la salida de un cumpleaños, se dejaban subir la mano hasta un poquito más de la rodilla, y a veces más.  Hembras perversas, gringas hijas de la inmigración, extrañas mezclas genéticas de algo que no era salvaje ni del todo domesticado, con expresiones de nada, como mirar el horizonte que no se termina nunca y hundirse desolado en el vacío de la pampa. Chicas de lo más lindas, de lo más tontas... Yo era tímido, pero no tanto; era feo, pero no tanto, con eso alcanzaba para no decir nunca a nada que no (a nada). Para vos, boluda, que me hiciste perder tiempo mientras retrasabas y negabas tu propio ingreso a lo que mejor tiene la vida para ofrecer: una terrible erección adolescente propiciada por una desconocida en la pared de una casa en construcción, una erección en el recuerdo que te dedico, soreta cagona. Perdón lo desconsiderado... A ustedes también les dedico mis erecciones, estimadas señoras, no se ofendan.

(Esperar risas)

Como a los diecisiete años me pasó algo. En un supermercado vi una chica de espaldas que seguí y perdí entre las góndolas. En la caja, y con un montón de botellas de cervezas que se me caían, me doy vuelta torpemente y veo unos ojos azules y una pequeña boca fruncida, como de desprecio. Tenía entre las manos un yogurt, y esa expresión de resentimiento de mujer bajada de un barco, arrastrada y alienada en un lugar desconocido, con un yogurt, como una ofrenda silenciosa, agarrado fuertemente con las dos manos. La imagen me cambió para siempre. Era el 'Rapto', al menos lo que barthes llama el Rapto: "Episodio considerado inicial (pero que puede ser reconstruido después), en el curso del cual el sujeto amoroso se encuentra raptado (capturado y encantado) por la imágen del objeto amado (flechazo, prendamiento)."
El rapto tiene, para barthes, primero el sentido mitológico del dios que rapta a la mortal o a la ninfa para violarla; pero aquí se invierte y el raptor es un sujeto pasivo, no hace nada, es su imagen la que rapta mi imaginario, mi discurso y me vuelve loco (las ninfas gritando ante la presencia de Pan: el pánico). La imagen que rapta es un "cuerpo en situación", que fascina sin más; "una partícula de práctica", un momento en el que, para cumplir con la tarea ancestral de ser raptado, el otro me sorprende con su imagen (su cuadro, su postura); me encuentra y me deja desprotegido en la intersección de un camino, en el claro de un bosque, entre las góndolas de los productos de limpieza. Ese cuadro habitará en la memoria y el discurso del amor lo actualizará continuamente. El rapto es el momento en el que el foco se cierra y no hay más rubias ni morochas atrás de un paredón, sino solo un objeto amoroso, poderoso en su redundancia discursiva (el enamorado repite la escena en su discurso una y otra vez). Es el gesto de Carlota cortando rebanadas de pan lo que rapta a Werther; como tal es un momento insignificante, pero tiene toda la violencia de lo primitivo, del hombre antes del hombre, cuando para asegurar la exogamia era necesario capturar a la pareja y traerla arrastrando a los golpes a consumar el acto del amor, en tanto que la escena toma a Werther por sorpresa y le pega un cachetazo... Tu amor de yogurt, de ama de casa en proceso, de resentimiento ancestral, tu amor de Nosotroslaclasemedia; qué lindo que me fui un día y no te vi nunca más, y te dejé ahí llorando en la puerta de tu casa y yo era tan jóven que no sabía cómo se hacía eso de irse al carajo así como así... Hasta la otra tarde que estabas, después de mucho, con un novio nuevo, carita de boludo, así como son los novios de las chicas como vos, que dejan que les elijas la ropa y le digas que lindo que estás mi amor, y te quise saludar y te hiciste la que no me veías o como si yo no estuviera, pero te vi que fruncías los labios con tu resentimiento de estirpe, tan consciente de mí como de tu noviecito que te miraba para ver qué pensabas de los zapatos nuevos...

(Pequeño silencio de reflexión)

Otro rapto: estábamos bailando y ella tiene el pelo tan negro, la cara tan blanca y los labios tan rojos que parece de mentira, como fabricada. Sin embargo nunca vi una cosa más real y viva, avasalladora. Se ríe con fuerza y muestra los dientes y se mueve de acá para allá dirigiendo su atención a lo que sea, sin importarle nada realmente. De repente se centra en mí; como si yo empezara a existir de golpe, como si ella me diese el derecho a existir. Sonríe y es tan oscura y perversa su forma de mirar que me siento desprotegido, acorralado, y un poco borracho... ¡Ah! ¡Si habremos conocido paredones y asientos de auto y colchones finos al lado de una estufa de cuarzo! Pero las buenas serpientes mudan de piel y había que seguir, y ser otros, para estar siempre vivos. Chau, no vuelvas nunca, no aparezcas si no es de casualidad ¿coger? Pero claro, si total vos sabés bien que eso no es volver; las tontas se quedan prendadas del sexo, vos casi nunca eras tonta. Hasta que un día te ví y habías perdido toda tu fuerza, mejor dicho: mi discurso había cambiado y me dió un poco de lástima, y nostalgia ("nosteo" es volver a la patria, "algia" es dolor; Odiseo sufre por Itaca porque no puede volver ¿o porque ha vuelto y ya no la reconoce?). Y los autos cambiaron de dueño, y alguien se olvidó la ventana abierta y los colchones se mojaron con la lluvia y florecieron en moho como jardines miniatura, y todas las estufas de cuarzo reventaron al mismo tiempo en un crujir de orgasmo fingido. No hubo final de novela de amor: ni me suicidé, ni te escapaste a un convento, ni apareció tu marido con un arma. El episodio amoroso que comienza con el rapto no tuvo fin, sino que decantó, como una nube radioactiva que, silenciosa y de a poco, cae corrosivamente sobre las personas. Así lloviznaste encima mio. Nadie lee novelas interminables en las que al final no pasa nada; la muerte por vejez es aburrida. Te equivocaste barthes.

(Mirar al techo con expresión de tristeza, acomodarse los lentes y volver al texto)

La locura es lo que vale para el amor. Ahí no se equivoca barthes que dice que desde el siglo XIX se considera a la locura como una experiencia de despersonalización: yo es otro; pero un sujeto amoroso es todo lo contrario: por no poderse sustraer de ser un sujeto es que se vuelve loco: yo no soy otro (el terror de no ser otro, de no poder escapar de mi: la flauta de Pan, de nuevo, sonando de fondo).

Y si no es en la locura, en el delirio, no se da la Novela Amorosa... Y así, unos años después, pasó la Novela... Pensé, durante mucho, que me volvía loco. No podía dejar de estar atado, sujeto. A vos te vi, curvada al Sol en el patio de casa con una maya negra, orgullosa de ser deseable, y fue como caer en una red luminosa, de esas que se dibujan en el agua de la pileta en verano, y hundirse profundo entre los peces y más allá, hasta la oscuridad de las fosas marinas de mi Pelopincho, donde el Sol no  llega, nunca (inicio del episodio amoroso: el Rapto). Acepté mi condición y me comporté como tal: hice escándalos, grité, sobreactué. Me desdoblo, soy dos: conozco mi locura y la relato juiciosamente a los ojos de los otros, a quienes doy explicaciones de lo irracional: estoy loco pero cuerdo porque puedo decirlo, solo que no puedo ser otro, otro que no está loco. No puedo.
Mi locura de amor es, sin embargo, incompleta, el enamorado esta loco pero es una locura inofensiva, explicada, "recuperada por la cultura" dice barthes, una locura que "no da miedo", a diferencia del esquizofrénico o el psicótico. ¿No da miedo? Gritos, llantos, llamadas en la madrugada, insultos, cosas que vuelan por los aires, Una temporada en el infierno de Rimbaud. Yo tuve miedo cuando, una de las tantas veces que armaba la valija a la madrugada y me iba para que me fueras a buscar al pasillo, y me hicieras volver (En la Escena hay, según barthes una "sustitución brusca de la agresión por el deseo"), me di cuenta de que yo sí era otro, que hacía rato que ya no podía (por pudor o carencia de palabras) contar mi locura de amor, apartarme de ella en mi cordura, en mi capacidad para explicarla. Yo ya no era Yo, me había vuelto débil y caprichoso, pusilánime, patético; ya no estaba "como loco", enamorado, estaba loco de verdad en el interior de esa locura simulada, como en cajas chinas: yo soy otro porque no soy otro, porque estoy sujeto a vos, que sos la Locura... (Momento de quiebre en la novela, el personaje tiene una ¿epifanía? y se da cuenta que ya no puede seguir, sin embargo: sigue, hasta que...) Más gritos y reproches y pedidos de explicaciones en una última llamada que terminó de golpe y nada, silencio absoluto, desenlace de novela rosa, con todo el acting pero en seco, absoluto (toque de vanguardia): el autor, confeso lector de barthes, quiere simbolizar el fin del discurso amoroso, el fin de un "lenguaje" -"(¿El punto más sensible de este duelo no es que me hace perder un lenguaje, el lenguaje amoroso? Se acabaron los 'Te amo') barthes, op cit, Exilio-, por lo que pone al personaje en situación de quedarse gritando a un celular silencioso y nada más, no hay mensajes, se acabaron las llamadas, los domingos de recetas elaboradas y las notitas escondidas en los libros; cese de toda comunicación de manera abrupta (¿o acaso ya venía el discurso de los personajes cayendo en fragmentos como un asteroide en la atmósfera, como Altazor el paracaidista, y esto no fue más que el duro reventar contra la tierra?). El autor utiliza la estructura de la novela de amor (Rapto-Locura-Exilio) pero el contenido es psicológico-lingüístico; no es de extrañar que el último capitulo, el del Exilio, abra con una cita de Freud: "El duelo mueve al yo a renunciar al objeto declarándoselo muerto y ofreciéndole como premio el permanecer con vida". Sin embargo, el autor no nos muestra el proceso del exilio en sí, esconde la introspección del personaje, su trabajo psíquico del asesinato del amor...

Pero... Mejor rebobinemos señoras, no es que no confié en su implacable inteligencia, capaz de llegar a fin de mes con el sueldo de un marido medio vago y cuatro chicos, pero siempre es mejor aclarar los conceptos a fin de no desentenderse con el público... ¿Qué es el Exilio como figura en un discurso amoroso? Si el Imaginario amoroso es una energía delirante, si la pasión es un delirio ¿qué hay después de eso?, "¿se entra en qué?" pregunta barthes. La muerte es un terreno desconocido, el enamorado que se va debe iniciar el duelo por la imagen perdida, pero esa muerte no es natural, el exilio es algo que se decide; la muerte de la pasión es siempre un asesinato. Muere una imagen, muere un lenguaje: espero una llamada de la que en realidad, decido exiliarme.

¿Y qué hace el personaje de nuestra Novela de Amor luego del exilio? ¿Qué habrá hecho con toda esa energía delirante, esa pasión ahora libre? Supongamos que primero hace lo obvio y se emborracha mucho y no se pierde noche, y persigue la Luna de nuevo como si tuviera dieciocho y le dice que si a todas las mujeres y les dice que no, y se congratula de que todavía puede, de que él está vivo, aún a precio de matar el amor. Y una noche, tan borracho, casi se mata en un accidente secreto, y vuelve y se acuesta y se despierta recordando poco y acá viene lo que no es obvio: se despierta y se siente libre, libre de la locura de amor, libre de los rencores, de las culpas; la braza ardiente del Imaginario amoroso arde todavía por debajo, pero ya sin la parafernalia de la novela rosa; está tan cuerdo que nadie lo ve sino como un loco, un descorazonado.

Corazón. El corazón  que "es el órgano del deseo (el corazón puede henchirse, desfallecer, etc., como el sexo)..." (barthes, op cit, Corazón). Pero como deseo es también un objeto de donación, yo lo entrego al otro, al mundo, sin saber qué va a ser de él (y yo te di mi corazón sangrante, sobre un plato de ravioles). Yo te ofrendo mi deseo, pero me devolvés el corazón que entrego ¿y que me queda? Los despojos, lar ruinas, me queda un "Corazón oprimido". Pero soy más fuerte que mi mismo ¡yo no soy Werther señoras! Busco mi imagen, sigo vivo.

Tiempo: el amigo de los bienaventurados, de los dichosos, de nosotros los que sabemos olvidar. Sin olvido la vida sería insoportable.

Ella dice que no tiene corazón, es decir, cree que no tiene eso que cree entregarme; su deseo. Tengo un trabajo doble: construirle un corazón y obligarla a que me lo entregue (he leído a Ovidio, sé cómo hacerlo).
Al escribir confundo la persona de los verbos y me pongo como el que dice que no tiene corazón, en realidad tengo despojos. Somos dos descorazonados, no tenemos nada que dar, y sin embargo... Hay un desinterés hermoso en todo esto, una liviandad que se apesadumbra controladamente, como al principio de todo amor. Ella quiere quererme, pero no tiene corazón; yo quiero quererla, pero mi corazón esta oprimido. Y así andamos. Fingimos un amor en el secreto: vamos a comer a una estación de servicio, está lleno de porteños que vuelven a sus casas después del fin de semana largo, nadie del pueblo. Ahí, donde los otros no interesan somos libres y nos dejamos jugar a los novios, y besarnos y darnos la mano y acariciarnos la nuca. Fuera de eso, ante las miradas usuales, casi somos desconocidos. ¿Dónde actuamos? ¿Dónde está nuestro corazón? Un corazón secreto que nos entregamos en el secreto: una calle escondida, el camino al cementerio, la pieza al fondo del patio; los escondites de un corazón que no sabe mostrarse, o que todavía no quiere...
Ella tiene un lunar grande y blanco entre la iris y la esclerótica, es uno en un millón, algo único. No puedo evitar verlo, me absorbe, me consume; me acuerdo una y otra vez de los huevos reventados en Historia del ojo de Bataille, he sido cazado por el ojo penetrante del lobo con piel de cordero, su lunar es un ojo superpuesto sobre su ojo; ella es Argos y yo no puedo escapar, porque está en todos lados.
Me hago un corazón nuevo para olvidar, un corazón nuevo que reemplace al otro, al de los despojos, a mi triste Corazón oprimido. He vuelto a ser yo, estoy enamorado; estoy loco y justamente por eso no estoy loco: Yo no soy otro, para nada.

(Silencio de cierre)

Y bueno señoras, eso es todo por hoy. En el próximo encuentro tocaremos algo más de Ovidio, tal vez Flaubert y, por qué no, una novela televisiva a elección de la audiencia; es todo más o menos la misma mierda. Siempre desde la implacable mirada de barthes quien, ya se los he contado en otra ocasión, murió atropellado por el camión de una lavandería, el muy boludo... A aquellas que deseen participar del curso esotérico sobre las artes amatorias donde abordaremos con más énfasis a Sade, Bataille y la obra pictórica de Klossowski pueden dirigirse personalmente a mí para las inscripciones. También hay libros, dvds y postales en venta en el hall de entrada. Muchas gracias y buenas tardes.-