domingo, 20 de febrero de 2011

Fijación por el blanco...


Tal vez las cosas cosas nunca salgan como las pienso, pero no importa ahora. He guiado mi voluntad, como una flecha o como un tren, o como una flecha que va arriba de un tren de correo para ser entregada a su destinatario, el Sr. Suicida.

La fijación por el blanco, la saliva excretada ante el olor de la presa, soy el leopardo, soy el antílope. Vagos recuerdos de momentos similares: el profesor me dice que si no salto la valla estoy desaprobado; atento, agazapado, el mundo no existe, somos la valla y yo, toda mi voluntad en la valla, no hay más Yo, solo hay valla...

Pero ahora eso tampoco importa, el cazador se conoce porque conoce lo cazado. Ha pasado antes, miles, millones de veces, y volverá a pasar. Estoy en mi F-16, realizo un bucle en busca de mi enemigo... ¡No! Mejor aún: soy un piloto de Mig-21, mi nombre es Kim-ly y nací a orillas del Mekong; mi aldea natal esta a unos 100 kilómetros al sur de mi ruta de vuelo, ese pensamiento eleva mi sentimiento patriótico. A lo lejos reconozco la silueta particular del F-4, nos entrenan para creer que no son rival para los Mig; yo sé que no es así, pero si no ha liberado aún su carga no podrá equiparar mi capacidad de maniobra...

Otro tiempo acaso: el polvo del campo de batalla no deja ver ni los propios pies. Pero yo lo siento, está ahí, él es mi enemigo, nos reconocemos como propios, somos quienes han de dar muerte o morir. Mi lanza avanza hambrienta de sangre, fue forjada en Egira y consagrada a Hefestos a orden de mi padre, quien me la dio en presente. Una silueta terrible se dibuja en mi camino ¿Será un hombre o acaso un dios que se a mezclado en la confusión de la batalla?...

Nada es definitivo a excepción del blanco, la rueda gira de nuevo, el blanco es la única comunión posible. El frío penetra hasta los huesos, debo caminar en la nieve sin caer, el lobo espera mi momento de flagelo. Finjo cansancio y se acerca, no es un tiro fácil aún, temo que el fusil se haya congelado demasiado. Espero su descuido, su curiosidad, acaricio el gatillo y siento el arma. Mi abuela me enseñó a disparar cuando era todavía un niño, cerca del Baikal. Puedo sentir el espesor de unos ojos en mi espalda...

Esta vez ¿acaso será diferente? ¿U otra vez tropezaré con la valla, no esquivare las baterías, sucumbiré al filo de un bronce anónimo y traicionero o, congelado, en un pozo de nieve? Fijación por el blanco, el afuera es mentira hasta que nos mata... Nada, un silencio abismal, son las once en punto y el mundo ha frenado para mí. La ventana esta a diez pasos, el cielo, abajo los taxis, las carteras, el pollo frito, un perro distraído. Veo pasar un avión, una paloma, la ventana es el mundo, Yo soy la ventana, esta vez más que nunca soy también el blanco. Ixtab me habla suavemente... Pero de repente, siempre inesperado, siempre a un costado del campo visual viene el grito que rompe el conjuro. Una bala, unos dientes, un montón de polvo. Toda comunión se quiebra, los amantes se separan, el hombre es dos, el átomo es Nagasaki, el Uno es un mito perverso, un efímero contacto.

Suena el teléfono.
-¿Estás ahí?
-Si, por supuesto que estoy acá...

M.S.-

Arriba derecha: 'Artemis'