jueves, 16 de mayo de 2013

Elogio del exilio

"Un día de estos Raquel, me compro un barquito y me voy a la mierda ¡ya vas a ver!"

El universo es un lugar raro, parece que cuando más te alejás de un punto más para atrás volvés: la luz del Big Bang viaja hasta los confines del cosmos; si pudiéramos viajar más rápido que eso y nos ubicáramos frente a esa luz (o si tal cosa como "ubicación" existiese en los confines del cosmos) veríamos el principio mismo del universo. Más adelante es más atrás, así de absurdas son las cosas; correr lejos es regresar, amigos.

Esto es un borrador viejo, quiero alejarme de esa escritura pero me acerco; C. dijo, textualmente: "son tan exitistas que necesitan alardear en la cosmética (...) ustedes los blogueros intelectuales terminan mostrando una candidez enternecedora". Lo reviso y quiero publicar algo así que lo acomodo un poco, lo "maquillo". Me quiero escapar y termino volviendo, como con todo, es un movimiento espiralado, una cosa que venía más o menos así:

He visto la sangre. Corría por tu pierna y estabas desnuda; unas gotas distraídas se suicidaban contra los azulejos del baño y te reías porque había que acordarse de limpiarlas para que no pasara como la ultima vez. Otra vez era pendejo y me punzaron accidentalmente con un cuchillo, el pantalón blanco se empezó a poner rojo y yo creí, estúpidamente, que era vino. Antes de eso había una nena vecina de mi primo que me decía que la sangre era rica, tenia un raspón en la rodilla y disfrutaba chupándoselo con la pasión de quien muerde una fruta deliciosa; su rodilla era una ciruela y me acuerdo que sentí ganas de chupársela yo también. Pero las hembras son las que pican, las que necesitan de la sangre para sostener el ciclo reproductivo, los machos se alimentan de flores y frutas. Así que vos quedate ahí flaquito, que te toca de vuelta contar porque siempre te encuentran... U. hablaba siempre de Vlad 'el empalador', ese en el que se basó Bram Stoker para escribir Dracula, uno que una vez empaló treinta mil tipos y se comió un banquete en medio de ese bosque de empalados: la imagen perfecta del festín de sangre; y vos, en el baño, chorreando en rojo como masacre medieval, te reías.

También los reflejos. Había un telo que tenia un espejo en el techo y otro al costado y era divertido y raro, y mugriento; la primera vez dejamos el auto y abrimos la puerta a las carcajadas, para disimular el pudor; la segunda vez ya no fue tan divertido, y creo que pagaste vos... En mi departamento tenia un espejo frente al que me paraba largos minutos mirando no se qué, inmóvil, como ausente, viéndome de a ratos como un otro, hasta que me sentía medio esquizofrenico y me iba. Y tengo otra, de chico, pero esa me la guardo porque hay cosas que no se publican en un blog.

Y hubo siempre secretos. Ese que me contaste un día que te deje en tu casa, para que yo te entendiera, porque querías que te entendiera, y no callaste nunca hasta que un día dijiste de esto no hablamos mas, y no hablamos más porque el secreto ya era baladí. Después estuvieron los secretos que sabia todo el mundo, como que nos revolcábamos como animales y llegábamos tarde, y por separado, a comer con los amigos, saludándonos como si nada; o que tus viejos hacían caso omiso del auto que todos los días, durante un mes, te dejó en la puerta de tu casa a las cuatro de la madrugada, y mis compañeros de trabajo que fingían que yo era dormilón porque llegaba siempre con ojeras. Fue un año interesante, lleno de secretos confesados a psicólogos totalmente al pedo, hasta que dije en voz alta el secreto y lo maté. Chau, finish, caput. Miralo a él, se va como siempre, siempre se esta yendo, que mal, como va a hacer eso, qué boludo, nunca hace nada con su vida porque no puede parar de irse, de moverse de acá para allá como un tonto. Y me fui, porque ni la sangre, ni los espejos, ni los secretos hacen ancla suficiente a mi necesidad de movimiento. Y me fui corriendo lejos, y estaba volviendo como un loco, sin saberlo.

Irse sin embargo es lo que salva, dejar de creer en lo sagrado de las cosas y cambiar de piel, como la serpiente.

Después siempre hay que inspeccionar los restos del naufragio, las ruinas de Ilión, el campo de batalla donde el musgo y el óxido ya adornan los cañones y las calaveras. Pero esa es una actitud de arqueólogo o aventurero, no sirve para refundar ciudades. Como cuando volví a buscar mis muebles y vos no estabas, y pese a lo incómodo de la situación yo estaba feliz y radiante, sin cinismos, como el que descubre lo viejo nuevo y maravilloso y se congratula de estar ahí, leyendo el discreto cartel que dejaste con una sonrisa que nada tiene de pasado, es decir, de rencor o de desprecio. Como en Copán en los baños rituales, o en un templo de Angkor a la tarde sentado solo, riéndome sin razón, rodeado por la mugre y las largas marchas del turismo internacional.

Odiseo vuelve a Ítaca pero no vuelve. El ya se ha condenado a vagar, es otro, la isla es otra, la boluda de Penélope (se hace la que no) pero es otra. ¿Qué hará Ulises con una mujer ya media vieja que anda reprochando cualquier cosa y que agarró esa manía de tejer y destejer y nunca terminar las frazadas? Vuelve porque es 'lo que debe hacer', pero... ¿y Circe? ¿Y Calipso?... Dónde carajo habré dejado sus teléfonos. Y bue, las busco por facebook y les pongo me gusta en alguna pajereada. Pero las diosas inmortales y las hechiceras prefieren la carne de los héroes jóvenes y desprecian a los panzones padres de familia ¡vamos Telémaco! Es tu oportunidad de garchar más allá de donde nadie ha garchado antes, toma el barco de papá y deja la casa y la madre y los amigos (los que no quieran acompañarte). No cometas el error de tu padre, Telémaco, que ha forjado una de las patas de su cama sobre la raíz de un árbol, simbolizando su eterno compromiso con la casa y la mujer. ¡No Telémaco! Vos te llevas la patas de la cama en una bolsa y después, si querés, las tirás por la borda junto con los demás muebles y los libros y los secretos que te contaron, y las sábanas con sangre, y sobre todo los espejos; le tiras todo al bueno de Posidón que esta vez no va a ser tu enemigo, sino que te va a acompañar con mareas favorables que te llevarán cada vez más lejos por el vinoso Ponto, y más allá.

(Yo no soy ningún siervo de la gleba, atados están los burros de carga. 'Adiaphoría' no es indiferencia, es 'distintividad').

Dante, en un episodio de El Infierno, relata como Odiseo, ya viejo, no podía soportar la vida sedentaria, así que con un par de amigos toman un barco y se dirigen a lo desconocido. Con tanta mala leche que se encuentran con el monte del Purgatorio, cuya entrada esta vedada a los vivos. Dios, para castigarlos, los mata con un tornado o algo así... Como si el dios de los cristianos hubiera existido por aquel entonces, capaz de tales asesinatos. A lo sumo fue Yahveh, que ya andaba haciendo de las suyas y matando gente a mansalva, pero no creo porque Yahveh vivia en Oriente Medio y casi que no salía, hasta que los apóstoles de Cristo lo disfrazaron de cordero para poder sacarlo a pasear por el mundo. Sacaron a pasear a Yahveh, que es un lobo... Aquel que de atrás es un cordero que va, aquel que de frente es un lobo que viene.

Yo creo que Odiseo murió de viejo, medio resignado. El final de la Odisea, con Atenea cayendo de arriba y proclamando el cese de la venganza, siempre me pareció medio idiota. Peor el que se inventa Dante para Ulises, por lo cual encima lo condena... Sin embargo, viejo y ya cagado de los pichicos, yo creo que hasta el ultimo momento habrá deseado volver a su verdadero nombre, el nombre que se hizo para sí: Oudeis... Todo por no renunciar a la gloria y que el cíclope ciego supiera quién se había hecho cargo de su ojo. La gloria, Odiseo, ¿era acaso aceptar el premio de la inmortalidad junto a la diosa? La gloria está para los que a nada se atan y a nada se arrodillan. Vogelfrei: libre y suceptible de ser cazado (como los pájaros); sin mujer, sin casa, sin familia: un nadie, incapaz de aceptar responsabilidades.

"Mi nombre es Nadie, y Nadie me llaman mi madre, mi padre y los compañeros que van conmigo" (Odisea, IX, 366)

Y qué paradoja que justo venga a escribir esto ahora. Pero bueno, me quedó lindo. Y quién te dice... Es cierto que es de una candidez y una inocencia que asustan.

Estábamos 'interviniendo' plasticamente una edición de Gredos de la Odisea, nos la pasabamos mutuamente y cada uno le hacía algo. Re top, re intelectuales, re distintos... Cuando me fui a la mierda obviamente me la llevé conmigo. Ultimo proyecto de intervención de la obra: voy a cagar a tiros el libro y te lo devuelvo en una bolsa para muertos. Estoy esperando que desde la Fundación Guggenheim me mande la guita y empiezo.