sábado, 31 de diciembre de 2011

El año de Yahveh



¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano? Evidentemente no. Lo que Abel haga de sí a mi no me interesa; yo soy hijo de Caín, el que omite.

Me gusta el Yahveh del Génesis, es un dios que tiene que preguntar, que anda atrás de los hombres como una niñera, criando sin ser didáctico. Es un dios que toma forma humana y se acerca con un par de ángeles a avisarle a Abraham que va a hacer mierda dos ciudades y que no hay tu tía. Yahveh advierte cosas locas y las cumple ¡No te des vuelta que te voy a transformar en una estatua de sal carajo! Y sí, te diste vuelta boludita, no me dejaste opción. Yahveh es un dios que pega sopapos. Véase un buen ejemplo.
Después se va haciendo cada vez más impersonal, más lejano, más aburrido. Una tormenta de fuego, un arbusto en llamas ¿Qué pasó Yahveh? Antes eras chebere. Cualquier dios de medio pelo hace esas cosas ¡David Copperfield hace mejores! Y, para colmo, tiene un hijo. Se terminaron los días locos para Yahveh.

Vienen siempre a mi casa los testigos y compro sus revistitas y hablo un buen rato, cuando estoy al pedo (es decir, casi siempre), de lo interesado en que estoy de recibir a dios en mi vida y de como creo que la humanidad está perdida porque las mujeres empezaron usar pantalones. Cuando se van me pongo a hojear las revistas y recorto las imágenes de Jesús. En mi vida vi un salvador tan pero tan fachero: ojos claros, figura esbelta, afeitada perfecta ¿qué me quiere vender señora? El tipo vivía en oriente medio antes del agua corriente y la crema Hinds, seguramente andaba hecho bosta y con olor a pata todo el día.

Después hay otros testigos, todos los días, en el almacén, en cualquier lado. Tenga cuidado que lo van a querer convencer de pelotudeces. Agoreros del fin del mundo, políticos mesiánicos, salvacionistas de todo tipo, lectores del psicólogo de turno. Déjense de preocupar por boludeces y no me rompan las pelotas por favor. La vida es ésta, es lo que hay, ni Yahveh ni Marx ni Osho van a estar ahí para pagar los platos rotos de su mediocridad ambulante.
Sin embargo los escucho, a todos los escucho ¿vieron eso de predicar en el desierto? ¡Yo soy el desierto hijos de puta! Pero lejos de no interesarme nada lo que digan, me interesa verdaderamente lo que tienen para decir. Tengo tiempo y nada me gusta más que secar lenguas.

Quienes me conocen saben que he leído la biblia con detenimiento, a Erich Von Daniken de arriba a abajo (¿?), el manifiesto comunista y un montón de esas cosas en que la gente cree. Hasta he escuchado al niño predicador. Pero los pies siempre en el mundo mis amigos, nada mata tanto como la metafísica, y que no vengan a decirme los marxistas que el materialismo no es una forma de metafísica. Quién se proyecta una ilusión más allá del hombre es un metafísico...


En otro tiempo también Zaratustra proyectó su ilusión más allá del hombre, lo mismo que todos los trasmundanos. Obra de un dios sufriente y atormentado me parecía entonces el mundo.
Sueño me parecía entonces el mundo, e invención poética de un dios; humo coloreado ante los ojos de un ser divinamente insatisfecho.
Bien y mal, y placer y dolor, y yo y tú -humo coloreado me parecía todo eso ante ojos creadores. El creador quiso apartar la vista de sí mismo, - entonces creó el mundo.
Ebrio placer es, para quien sufre, apartar la vista de su sufrimiento y perderse a sí mismo. Ebrio placer y un perderse-a-sí-mismo me pareció en otros tiempos el mundo.
(Nietzsche, De los trasmundanos en Así Habló Zaratustra)


Mejor una ilusión más acá del hombre, o más arriba, más abajo, hasta más atrás del hombre.

Igual, me cansa escribir así ¿hace cuánto que tenía esto en el borrador? Deben ser las fiestas que me ponen más anti-metafísico, tanto que ya rozo con lo artante. Me voy de viaje, me importa un carajo.

¿El dibujo? Ah... Soñé que un montón de tornados destruían la ciudad donde viví estos años...  Ojalá Yahveh, ojalá... Como Brahma, Yahveh ha de tener un gran año. Dará el ciclo completo y volverá, suponemos. Cuando vengas de visita para retarnos un poco, Nosotros te vamos a estar esperando. Por ahí mañana, no sé, viste lo que los boludos dicen del 2012.-


jueves, 29 de diciembre de 2011

Liebres

"El paciente"
-En algún momento entre el invierno y la primavera de este año-

"Quantum nobis nóstriqüe qüe ea  de Christo fábula profuérit, satis est ómnibus seculis notum"
(Atribuida a León X)

"No te he hecho ni terrestre ni celeste,  ni mortal ni inmortal, con el fin de que tú,  como árbitro y soberano artífice de ti mismo, remates tu propia forma"
(Giovanni Pico della Mirandola)


Porque capaz sucede que ya no quiero Escribir. Ni pintar, ni leer, ni criticar, ni discutir, ni escuchar música, ni argumentar, ni referir, ni ver películas, ni bailar cuando no estoy solo. Sin embargo lo hago. Hastío.
Arriba dos referencias, ya me cagué solo. Las dos son importantes para mi: la primera me hace acordar a otra cita conocida de San Agustín que la conozco por Castillo, en la que el santo afirma que no creería en los evangelios si no lo moviera la autoridad de la iglesia. A la segunda me la acordé soñándola anoche, no sé de dónde la saqué porque nunca leí al señor Della Mirandola (ni a San Agustín, obviamente), pero la pensé tanto tiempo que por fin la pensé al revés, sin querer.
Luego... Estoy escribiendo, pinté en algún momento ese cuadro, leo y critico, discuto, escucho (a veces música), bailo, referencio muchísimo, casi compulsivamente. La Misa en si menor, que belleza señores, parodia de una parodia de una parodia. Vamos a bailar.

Paciente es el que espera y el que está enfermo, tiene dos acepciones, pero ambas provienen de la misma raíz latina: 'pati': padecer o sufrir. 'Pati' a su vez tiene la misma raíz indoeuropea (Corominas dixit) que el griego 'pathos' (lo que se siente, se experimenta, la enfermedad, el padecimiento, el sentimiento, las emociones... y más). De 'pathos' viene Patético, esa manifestación grotesca y exagerada de los sentimientos.
Sin embargo paciente (en la acepción de 'ser el que espera') y patético son de significados casi opuestos: el primero supone sufrir en silencio, aguardar silencioso, no manifestar emoción alguna; mientras que lo segundo supone exagerar un sentimiento nimio. Empero, no quiere decir que no puedan complementarse.

Los evangelios, sobre todo los diferentes relatos de la Pasión, son indudablemente patéticos, ya Mel Gibson nos mostró el panorama completo. El rito de la repetición del Viacrucis es la actualización del patetismo del sufrimiento de Cristo, o del sufrimiento presente en la fábula de Cristo ¿no es verdad querido León?
El Otro, la última figura, el anti-rostro de Aquél, no muestra un Cristo Patético, sino uno Paciente, uno para quien el dolor es un gozo, agazapado y silencioso; el único Pathos que mantenía respecto de los demás mortales era el de la distancia. De haber existido el Cristo histórico (y Él se cortaría la lengua antes de negar tal cosa), su fábula es una parodia de sí, la recreación del hecho embadurnada de ironía, la filtración del veneno de los siglo, la continuidad necesaria. Cristiano hubo uno solo y allá se murió.

Después la herencia de los años nos muestra el panorama completo, se abre el abanico y vienen los protestantes, Bach, la Misa en mi menor, las religiones estadounidenses, el Papá Noel de la Coca-Cola, la Iglesia Universal y los negocios inmobiliarios. Acá estamos, todos juntos en familia y brindamos, y nos miramos como raro. Un patetismo risible, divertido, disfrutable en todos sus estratos. Vos tenías razón y yo también.

El Otro sabe que "Si se coloca el centro de gravedad de la vida no en la vida, sino en el más allá –en la nada–, se ha arrebatado el centro de gravedad a la vida en general" y que "Vivir de modo que la vida no tenga ningún sentido, es ahora el sentido de la vida...". No hay tal cosa como la inmortalidad (¡la sola idea es peligrosa!), ni del cuerpo ni de nada más, la salvación del alma es decirse "Todo gira en torno mío", balanza en el después, negación del sentido, negación de toda diferencia, de todo pathos de la distancia, de toda paciencia que se niega a sufrir por despreciar lo que le pertenece. No te he hecho ni celeste ni terrestre, ni mortal, ni inmortal ¿por ahí va la idea? El derecho a rematar la propia forma, el camino intermedio, la eternidad de la existencia efímera que retorna y retorna y retorna.

Era de noche, con mi hermana subimos a la terraza de la casa de mi abuela a ver los fuegos artificiales. Todo es fútil, todo pasa, nada importa, pero sin embargo se renueva. El huevo, símbolo de la pascua, de la resurrección primaveral para los pueblos primitivos del mediterráneo, del corazón del Faraón. Por esas épocas Ariadna bailaba en un laberinto de mosaico para asemejar la danza de apareamiento de la liebre de  marzo (¿Graves?). Ahí estamos hermana, mirá, al final del laberinto, al principio, en todos lados, juegos de luces y colores que se repiten iguales y distintos.

Vivir en la locura de la liebre de marzo, en el estado de excitación intoxicante de lo que resucita, contrario al paciente que, enfermo, agoniza intoxicado por su propio veneno pero igual al paciente que espera, que sabe transformar el dolor en gozo.

Como liebres de marzo en pleno diciembre, gozando una y otra vez en la sucesión de los espejos.


No quiero escribir, ni pintar, ni leer, ni discutir, ni criticar, ni ninguna de esas boludeces porque es verano y lo bueno debe andar por ahí afuera. Además me revienta cuando escribo así. A mi me gustan las liebres, los huevos, el río, las plantas, los viajes y las ménades. Listo para rematar la propia forma, tengo carpa y mochila nueva. 
Salud, mortales.-