domingo, 4 de octubre de 2009

Margarita



¿Acaso, como yo, no eres tú un sueño otoñal,
también tú, mi tan fría y pálida Margarita?
-Charles Baudelaire, Soneto Otoñal-

A Margarita no le gustan los ratones. Sin embargo, como las tortugas son proverbialmente faltas de plétora, su odio es casi un chiste. Ella solo pide ser elevada a unos centímetros del suelo cuando percibe, erróneamente por lo general, la presencia de un roedor. Todos se turnan y levantan a Margarita un rato cada vez, y hasta la dejan dormir en el vientre de alguien.
Por supuesto Margarita, carente de aparato fonador, solo puede dar señales que todos están ávidos de interpretar, aunque no siempre las capten en su total dimensión. Así, muchas veces Margarita termina arriba de la heladera cuando lo único que quiere es una hojita de lechuga o bajo la sombra de un arbusto cuando está increíblemente irritada por alguna laucha perdida.
También está el problema de que en el lenguaje de las tortugas la distancia entre la idea y el gesto que la expresa suele ser de horas o días, por lo que los habitantes de la casa muchas veces sacian necesidades mucho tiempo atrás requeridas. Margarita suspira y no puede más que molestarse un poco con los humanos, aunque para las tortugas la molestia es una cosa de chiste, y tal vez persigue inútilmente a la gata por el patio como si ésta fuera una mice-free-zone. Porque Margarita políglota, también habla inglés de tortuga.
Lo cierto es que Margarita no ha visto nunca un ratón y tal vez no reconocería uno al verlo. Pero cierto es también que las tortugas necesitan un rincón de odio en sus capacorazones, aunque ese odio sea casi un chiste y el resto una sonrisa enorme. Porque, aunque serias por fuera, todos lo saben, las tortugas, y en especial Margarita, son una sonrisa enorme.-

No hay comentarios:

Publicar un comentario