lunes, 25 de julio de 2011

Nueva genealogía de nuestra moral IV: Coger y leer es a veces tan lo mismo

Me gusta esa versión del mito griego de la creación (no me pidan ser filológicamente más exacto) en el que Ananké (Necesidad) y Chronos (Tiempo) se unen sobre el huevo primigenio y, como unas boas en su cópula constrictora, lo dividen y dan lugar al mundo, diferencian el mundo. El dios cristiano separa, solito mi alma, la luz de las tinieblas; me suena un poco masturbatorio, pero éste blog tiene bien en claro que las religiones mesiánicas y el onanismo están estrechamente ligados.

Eurínome también es digna de mis aplausos, en la forma en que la cuenta Graves -mito pelasgo de la creación-, cuando surge del Caos y separa la tierra del mar bailando desnuda sobre las olas (recomendadísimo el primer corto de ésta película, en ese sentido). También Vishnú, siempre Vishnú, el señor de la danza, el que nada en el océano de leche o el que sugiere batir el océano de leche, el que tiene un océano en el pupo desde donde surge Brahma en una flor de loto. Leche, baile, ombligos y flores de loto: elementos que nos regocijan a nosotros, adoradores de lo viviente.

Simultáneamente estoy leyendo "Filosofía en el tocador" de Sade, "Ecce Homo" de Nietzsche, un poco de "Breve historia del erotismo" de Bataille (pero me aburre porque ando con ganas de literatura) y, la joyita del momento, "El derecho de matar" de Barón Biza padre. Un aluvión de pensamientos que son como martillos me agobia, todavía no puedo modelar claramente mis ideas, pero vuelvo con alegría a entrar en ese violento estado de excitación que supone el pensamiento para mí. Sin búsquedas culturales, intelectuales o eruditas; sin objetivos claros, sin progresos en ningún sentido y, sobre todo y a pesar de mi madre, sin rédito económico. Por ahora estoy leyendo y, aunque tenga la necesidad, hablo con cautela, porque sé que la voz viene mucho después de dejar los libros, de digerirlos y olvidarlos. El libro es una maldición necesaria, como la mujer.

Sucede que estoy impregnado de inmoralismo, por lo pronto, y eso se nota en lo suelto de lengua que ando (y de entrepierna). He notado caras con asco, incluso de buenos amigos, un semi fruncir del entrecejo y una sonrisita fingida, que tiene algo de reprobatorio. Al principio de mi vida sexual pensaba que yo era un poco degenerado, después descubrí que era un bebe de pecho comparado con muchos; ahora esos muchos me parecen mojigatos. Como todo en la vida: no me gustan ni los demasiado viciosos ni los conservadores; los primeros se pierden en algo de lo que no pueden aprender con propiedad y disciplina, los segundos nunca aprenden nada. Como Rimbaud: unos buenos azotes a la locura bastan, me vuelven fuerte, todo lo que me vuelva fuerte es bueno. Si exagero me pierdo a mí mismo (nadie quiere terminar como Sid Vicious), si me alejo demasiado me pierdo a mí mismo.

Volvemos al Nosotros, y así miramos el mundo...

Por regla general despreciamos todo idealismo y amamos el cuerpo; no somos más que cuerpo, absolutamente nada más, todo problema es un problema fisiológico, la vida es un constante devenir de fluidos, aplaudimos todo lo que fluye:

Predicar la castidad constituye una incitación pública a ir contra la naturaleza. Despreciar la sexualidad, impurificarla calificándola de 'impura', es el verdadero pecado contra el espíritu santo de la vida.
-Ecce Homo-

Con toda la naturalidad del mundo nos abrazamos en la ducha con una mujer en pelotas y dejamos que su orina corra también por nuestras piernas; al que eso le provoque asco es afeminado o reprimido, aunque esto también valga para homosexuales, lesbianas o lo que sea: 'afeminado' es una categoría vital, no de género. Nos gusta el endometrio y sabemos que no hay nada mejor sobre la tierra que una concha bien mojada; despreciar esa humedad es despreciar la propia fuerza viril que la ocasiona y la busca; el que quiere una mujer seca tiene su propio sexo seco o, por carácter transitivo, prefiere un hombre. ¡Qué te impresionas, reptil inmundo! Todos los días te levantas de tu lecho cenagoso como la bestia despreciable que sos y estúpidamente negás la vida y predicas la 'pureza', si sos un bicho asqueroso, un paquete de carne que encierra una bola de mierda. Pero ajeno a tu ser, invadido por tu enfermedad, te inventás dioses asexuados y realidades paralelas que te prometen una felicidad de medio pelo. Ésta es la única realidad, no vas a tener otra cosa; ni los hongos alucinógenos ni la misa sirven (y creenos que probamos las dos cosas). Libidinosos, cerdos, violentos, voluptuosos, perversos ¡así nos quiere la vida! Así es el animal que sobrevive. Nuestros dioses son ambiguos, cómicos pero terribles, tiernos y sangrientos. Evohé:

-La vida, amigo mio -me dijo- es como Moloch. Exige sacrificios indecibles, sobrehumanos. Se alimenta de corazones y lágrimas...
(El derecho de matar)

Y vuelvo a mí, de a ratos, dejo el Nosotros para cuando los libros. Estoy lleno de citas, no me sirve para nada. Me acuerdo de San Pedro la Laguna, precioso y amenazante al borde del volcán; de la Basílica de Guadalupe, esa virgen impostora ¡Cuatlícue, madre venerada! De la arena negra de Monterrico, de Pumpkin Hill, de vos, de un nenúfar paseando en barco por el pantano...


El resto es exageración o literatura. Son los tiempos del último hombre, los detractores de la muerte han pasado, el Sacerdote Universal los aplastó. No tiene sentido ya la irreverencia ¿lo tiene? Lo que nos queda es nuestra mirada del mundo, única, violentamente apacible.
Baron Biza le dedíca "El derecho de matar" a Pío XI, "...sin la humildad del creyente ni la insolencia del ateo.", acaso no nos queden actos así. Ni levantar, en honor a una mujer, un ala de 82 metros de altura. Dos o tres veces por semana paso frente al mausoleo de Myriam Stefford, camino Alta Gracia-Córdoba, me maravillo cada vez y apruebo. Yo, por lo pronto, estoy pintando tus repisas. Cuando te mueras, veremos.
Bataille, la búsqueda de la unión que nos hace olvidar nuestra naturaleza fragmentaria, el más elevado acto de la vida que se manifiesta como 'pequeña muerte'. Ananké y Chronos cogen para diferenciar, nosotros cogemos para unir, porque no nos queda otra. Me frustro si no te morís un poco, no como para tirarte ácido a la cara, pero está bien. Después vuelvo a la fuerza, a lo libidinoso, y empezamos de nuevo.
Vos crees que me manipulás; para nada, me gusta la violencia pero me rescato. Un pedo y su aceptación desinteresada: el único amor verdadero.-

M. The Pig

1 comentario:

  1. Maldito Aristófanes, la union es solo fisiologica no teologica. Seguí hablando de sexo y logra que todos los mojigatos sigan frunciendo el ceño.

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