lunes, 28 de noviembre de 2011

Sueño I

Habré muerto antes, sí, acaso no sea ésta la primera vez. Pero (dije 'pero': un alto en el tiempo, anuncio de abismos dichosos)... si por casualidad me desgarran los miembros una horda de inquisidores a destiempo y, como Edipo, me arranco solito los ojos y a mi verga todavía húmeda se la tiran al mismo pescado que se tragó la de Osiris, y al hígado me lo come un cuervo en la punta de un monte, y donan mis riñones a algún pelotudo, y a mi corazón se lo sirven con ravioles a Erisictón, y mis pulmones marchitos fertilizan plantaciones de tabaco doblemente cancerígeno y, encima, leen a Louise May Alcott en mi velorio... Tengan a bien recordar en mi calvario que nunca pero nunca pero nunca de los nuncas, será suficiente el castigo que puedan proveer a mi desprecio.

Soñé que le ponía granadas a la gente cursi. Hay que matar ese amor...

Soñé que, en tu casa, el tiempo era aquel tiempo. Hay que matar todo amor...

Soñé que te vestías para matar a mi amor. Yo amo ese amor que va a ser asesinado...

(–Señores: se los digo entre paréntesis)

¡Riiiing, Riiiing! Es hora de levantarse mis pequeños reventados. (Menos mal que lo real siempre es un consuelo)

–¿Qué hay para desayunar?

domingo, 27 de noviembre de 2011

Opciones laborales I

Panzón y rey de Polonia ¿Qué mejor trabajo que ese? Solo los débiles mentales no lo pensaron alguna vez: ser el Señor de la Nada y morir rodeado de enfiteutas deseosos de llevarse un riñón como recuerdo.
¿Quién no quiere el odio? ¿Quién no ha buscado la rabia de los pueblos? Comer hasta reventar ¡Cuernos en el culo! ¡Viva el padre Ubú!

El cuello de Luis XVI, yo quiero trabajar de cuello de Luis XVI, quien dijo: "¡Que mi sangre no recaiga jamás sobre Francia!". Pero nunca supo, el querido Luis, que cuando esa misma sangre corría todavía caliente sobre el cadalso, la muchedumbre (el pueblo francés) la empezó a beber, desesperada, como hienas sobre la presa de otra bestia. Si, se la tomaban, se tomaban la sangre que nunca recaería sobre el pueblo de Francia. Perfecta ironía: todos quieren un souvenir del absurdo, las vísceras de lo odiado tienen poderes misteriosos.

Sino, la otra opción es ésta:
"A los diversos AMOS 
que afirmaron su corona cuando era rey, 
UBÚ ENCADENADO ofrece el homenaje 
de sus grillos"

Yo quiero ser quien le regale al pueblo el espectáculo del odio, eso quiero ser. Claro, si me ponen en blanco y la mutual es buena...

jueves, 17 de noviembre de 2011

Cine V: "The Future" de Miranda July


El acoplamiento de marea es el fenómeno en el que un objeto astronómico tiende a fijar una de sus caras en relación al objeto en que rota, es decir que su periodo de rotación sobre el propio eje se vuelve idéntico al periodo de traslación alrededor del objeto al que está acoplado. Esto pasa con la Luna, por eso solo nos esta permitido ver uno de sus lados: la cara visible. Al menos así fue desde que eramos unos roedores miedosos hasta que los soviéticos nos hicieron el favor de sacarle fotos a la parte oscura en la década del 50'.

Fuimos a un congreso de algo en Mar del Plata. El congreso no importaba así que optimizamos el tiempo comiendo calamares, tratando de ver lo más posible del festival de cine e intentando conseguir una puta cerveza después de las nueve de la noche. Vimos Melancholia, si; También Faust, L'Exercice de l'Etat y alguna que otra gilada. Pero lo que de verdad yo quería ver, lo que venía rompiendo los huevos las doce horas de viaje para ver era The Future de Miranda July. Cuando llegamos a la puerta del cine no había más entradas, era miércoles, partíamos en cuestión de horas, imposible llegar a la próxima función... ¡Que me parta el rayo de Zeus! Llanto, dolor, rasgado de vestiduras, helado...

¡Oh sorpresa! Semana después la cargan en Cuevana.
Me gusta Miranda July aunque parezca pelotuda y haga una música que logra explotar forúnculos. Me encantó Me and you and everyone we know: ciertas escenas (como la de la moneda), un humor particular sobre el arte, algunas frases que largan los personajes, la fotografía en general. The Future.... la verdad que no tanto, pero bien ¿cómo no admirar a una mujer que es música, escritora, artísta plástica, directora, actriz y con tiempo para llamarse a sí misma feminista?
Es decir, hay una sensibilidad atrás de la película, la misma sensibilidad que hizo la otra. Está ese gusto por el detalle; una fijación del procrastinador por los objetos, la mirada del que no hace nada porque busca señales, cosas que le digan cosas, que le muestren lo que vale la pena ser hecho. Y las señales están ¡Claro que están! ¿No dijo Van Hutten que uno encuentra lo que busca, incluso si no sabe exactamente lo que está buscando? De eso trataba, capaz, nuestra ponencia en aquel congreso.
La búsqueda es siempre una obsesión, un girar alrededor de cosas que queremos que signifiquen. El tiempo cuando es futuro, cuando solo existe en tanto fijación mental, nos devora... ¿Cómo recuperamos aquello que vamos a perder? ¿Quién soy que aún no soy lo que pude haber sido cuando hoy era el futuro? Vivimos acoplados a lo que deseamos ser, incapaces de mover el agua por estar muy lejos. Y atrás nuestro lado oscuro, desfigurado por incontables colisiones de rocas; pero no lo elegimos tampoco, elegimos la nada. Ni la mentira ni la verdad, porque ninguna de las dos podemos, aunque sean nuestras únicas opciones.
Nosotros los procrastinadores del futuro, fijados a las cosas y al tiempo; déspotas del movimiento, siempre en el placer masoquista de la espera, acoplados doblemente, como Plutón y Caronte, en la persecución constante de lo que no nos está dado conocer.

¡Ey! ¡Pero arriba ese animo Mateo! Quién te dice si un día, los soviéticos...

domingo, 13 de noviembre de 2011

Volar I




Quizás los aviones caigan como palomas despistadas que se encuentran con el plomo, quizás.

Cuando era chico un vecino más grande me regaló su colección de revistas de aviación. Al medio traían una sección donde relataban grandes accidentes aéreos de la historia. Para hacerlo más morboso intercalaban transcripciones de las cajas negras: últimos saludos, indicaciones inútiles del piloto, gritos entre paréntesis. Una fiesta flotante, una tragedia encapsulada por el aire, tan hermoso.

Adiós mamá, adiós (gritos)

Después colgué tres posters en el ropero: un Mig-21, un A-10 Thunderbolt II y el SR-71 Blackbird. Como a mis viejos siempre les gustó viajar desde chico pude volar, conocer lugares. A costa, por supuesto, de que el presupuesto familiar de clase media fuera totalmente destinado a eso y no nos diéramos 'otros gustos'. De grande empecé a viajar por mi cuenta, siempre tratando de ir más lejos, más alto, más solo. El problema: no hay nada pero nada en el mundo a lo que le tenga tanto miedo como a subirme a un avión. Detesto volar, me desequilibra a extremos impensados la idea de que entre mis pies y la tierra haya espacio, mucho espacio; eso de la tragedia en una cápsula capaz, me aterra. No importa, me obligo, soy más fuerte que yo. Pero los métodos para torcerse a sí mismo tienen sus nefastas consecuencias. Cierta vez, haciendo una escala en Chile para cambiar de vuelo, estaba tan lleno de pastillas para la ansiedad que casi me pierdo en el aeropuerto y me quedo sin retorno. Por otro lado odio los psicotrópicos de venta en farmacia y no los tomo a menos que, por mis niveles de stress, sea absolutamente necesario.

Uno de mis mejores amigos es piloto y cada tanto, como para ver si se me va el miedo, me lleva a dar una vuelta por encima de mi pueblo natal. No hay caso, el pavor prevalece, la profunda sensación de angustia en la boca del estómago, Pan me intercepta, el que se le aparece a los viajeros y a las ninfas, el que disfruta causando terror. Siempre todo va acompañado del susurro de una siringa, por supuesto.

Sin embargo, pocas cosas me obsesionan como los aviones, los aeropuertos y la erótica sensación de catástrofe que eso me provoca. No dejo de soñar con aviones, nunca, siempre variantes de un mismo tema: tengo que volar, algo sucede dentro o fuera del avión, en vuelo o en tierra, siempre un vuelo frustrado, un avión deforme.
Anoche soñé que tenía que volar y le pedía a mi prima las especificaciones del avión, ella me decía que tenía seis años, que ya era obsoleto. Pero yo viajaba igual. Estaba sentado atrás de una chica con la que hablaba, no tenía cinturón y comienza un aterrizaje forzoso, caemos a tierra, los asientos se van para adelante, todo es un desastre. Estoy vivo, me pongo a buscar heridos, pero todos están bien. El resto del sueño, bastante largo, no importa ahora.
Otras variantes: viajo en un avión de dos colas y no encuentro la cabina; pierdo un vuelo por tener que orinar; piloteo un avión desde afuera; en la sala de espera de un aeropuerto veo a los pilotos de mi vuelo, están todos vendados y sus familias lloran. La lista sigue.

Sé exactamente por qué el avión era obsoleto en el sueño, tengo una idea de qué pueden significar los aeropuertos en mi psiquis; tal vez de todo eso provenga el miedo, eso que no puedo (o no quiero) solucionar del todo. Pero la explicación de los símbolos me la guardo para mí, son la medida justa de lo que soy, de cómo me construí a mí mismo y de porqué hoy no puedo sacudirme algunas cosas.

El sentimiento de catástrofe es una espera, un aguardar lo terrible que se mantiene, la presencia de Pan en la boca del estómago. Me encontré con la Coatlicue en el Benito Juárez, me miró de frente con su cara de mil víboras, pero ella no tiene frente...


Yo estaba esperando...


En el caos de Aurora esperaba también; gracioso nombre: Aurora. En Merino Benítez, en Pajas Blancas, Ezeiza, Tocumen, Sandino.

¿Qué esperamos? Con suerte lo inesperado, Confucio dixit: "¿Cómo inquietarse ante la esencia de la muerte?"
Esperamos. Entre los dientes el sabor metálico y misterioso de la catástrofe, aunque en la sala de embarque no se nos permita fumar, a estas horas de la noche, qué remedio...

M.V.

Fotos tomadas en el Aeropuerto Internacional Benito Juárez, México DF.